martes, noviembre 24, 2015

La bata de Bruce Lee



Sí, es Julio Iglesias.

Llevo dos semanas seguidas soñando con mis ex-amores. A ver a quien le tocará esta noche. Será π, será œ, será ∫, será ∂, será ø... En esos sueños me aman con locura, se les va la cabeza por mí y hacen cosas bonitas.  Y mientras me besan, yo pienso todo el rato: lo sabía, lo sabía, lo sabía, lo sabía... sabía que me amabas, ¿por qué has tardado tanto en reconocerlo? Soy una ingenua, pero lo acepto. Dicho esto, prosigo con la fotocopia de hoy.

En los últimos días han sucedido 2 cosas increíbles. O muy impactantes. Una es una cortina de flecos. La otra es mi padre.

Empiezo por la cortina de flecos, si os parece.

Al antiguo inquilino de esta casa se le ocurrió quitar la puerta de la cocina. Bueno, al antiguo inquilino se le ocurrió quitar TODAS las puertas, para ser exactos. Pero la de la cocina no la volví a poner porque pensé que ocuparía demasiado espacio. Sin embargo, la semana pasada decidí comprar una cortina de esas de flecos, de plástico, porque a menudo suelo tener los platos sin fregar y me molesta verlo. Solución: instalemos una tupida cortina.

Tras un día entero con mi nueva cortina de flecos empecé a sentir algo así como alegría, brotes verdes, pupilas dilatadas. Pasaba por debajo de la cortina una y otra vez. Me encantaba el sonido de los flecos al rozarse los unos con los otros. Me hacía feliz. Era inexplicable. En una de esas, vi la luz: cada vez que pasaba bajo la cortina yo volvía a tener 7 años, estaba en un verano de los 80's, con un tragadiscos portátil, un single de Julio Iglesias y mi vecina rubia, cuyo nombre real no voy a poner aquí. Pongamos que se llamaba Patri. La interpretábamos juntas. Yo llevaba la voz cantante. Hey, no vayas presumiendo por ahí, diciendo que no puedo estar sin ti, ¿tú qué sabes de mí? Mientras yo decía todo eso –gesticulando y tal– Patri se limitaba a bailar a mi alrededor y a mover su melena rubia, a abrir y cerrar sus ojos azules y a pasar por debajo de la cortina de flecos de aquella casa de verano. Supongo que esa canción y esa escena infantil han marcado mi vida sentimental adulta.

 Es el turno de mi padre.

Hoy estaba viendo un capítulo de Jessica Jones y




me he levantado a ponerme un vaso de agua. Qué emocionante. Entonces he visto el frutero en la cocina lleno de mandarinas y he cogido un par y me las he llevado al sofá. Inmediatamente, zas, como un rayo, he recordado que mi padre solía hacer eso cuando yo era pequeña. Levantarse, ir a la cocina y volver con los bolsillos llenos de mandarinas. Me encantaba. De ese modo se alargaba un poco más la noche. Si mi padre sacaba mandarinas, yo no me iba a dormir todavía porque siempre me daba alguna y me quedaba un rato más. Era algo así como ponerse una copa, reflexionar, despedirse del día.

En esa época, mi padre solía llevar  una bata roja con un dragón chino grabado en la espalda. Durante un tiempo pensé que se trataba de la mismísima bata de Bruce Lee.

Hoy me toca llorar, yo que siempre reía.

Martes, 24 de noviembre, 1:32 am.

Editado: para los que tenéis una cortina de flecos en vuestra memoria, aquí va la cortina del presente:





martes, noviembre 17, 2015

La foto no tiene nada que ver




He soltado las riendas unos días y el caballo no se ha desbocado. Supongo que ya me he acostumbrado a la que hace un tiempo fue mi nueva vida; por eso ya no miro más allá de las fábricas ni observo a los que pasan por la calle por la mañana como si fueran los mensajeros de algo. Desayuno en un café preferido, estudio, completo mis tareas, salgo a cenar, quedo en la parada de metro de Joanic, me apunto a un evento de makers, conozco a gente nueva cada semana, mando papeles para que me seleccionen en algo, doy clases de español y hablo de tonterías. Nada me arrastra. Todo fluye. No me pone triste la imparable llegada de la Navidad. No pierdo la cabeza

Acabo de meter una parrafada sobre soltar las riendas, sobre la tranquilidad, la conformidad. Idioteces varias. Lo cierto es que me aburre tanta coherencia. Me siento insensible estos días. No sé qué me pasa. Debo estar triste, pero como no hago más que hacer cosas buenas y beneficiosas, pues ni me doy cuenta. Hacerse bien es un puto agobio, en realidad, es como rellenar huecos con masilla. No sé ni lo que estoy diciendo. Me gustaría enamorarme y perder los papeles. Arder. Pero puede que no vuelva a pasarme nunca más porque como en las otras ocasiones he gastado tanta mecha, pues igual ya se me han agotado los vales del amor. ¿Y si no vuelve a ocurrirme?  Es terrible.  No pienso pasarme la vida haciendo cosas beneficiosas y sonriendo como si no me diera cuenta de la catástrofe.

miércoles, noviembre 04, 2015

versatile




7 cosas sobre mí:

1) Soy hija única y por eso me he inventado a otra como yo, para que me haga compañía. Historia:  Kokoschka, pintor expresionista que se enamoró locamente de Alma Mahler (sí, la esposa del compositor). Cuando lo dejaron, él  encargó una muñeca a tamaño natural a la que llamó Alma, y con la que solía ir al teatro y a pasear. Lo mío, en principio, no es tan grave.

2) Soy una melancólica a la que le gusta bailar. De hecho, no sólo me gusta bailar, me gusta mirarme mientras bailo. Las clases con profesoras de baile y espejos son mi perdición.

3) Soy de querer mucho.

4) En los videoclips de Lana del Rey imagino que tú eres la chica y yo el chico.





5) –secreto–

6) Soy cinturón verde de Taekwondo. He roto ladrillos con las manos y he visto naves en Orión.

7) Es amor si lo cambia todo.



*Nominada por: arcademonio. Yo no puedo nominar a nadie porque no leo tantos blogs como quisiera. :)

martes, octubre 27, 2015

Do y Lam, esos acordes que te sacan del mundo normal










He vuelto a usar agenda. He vuelto a escribir con bolígrafo en un papel. He vuelto a mover la mano con precisión para hacer todas esas letras, que tienen un sentido, un sentido que hemos inventado y aprendido los humanos. Descifrar los códigos y los secretos.

Hace tiempo que no escucho música. De esa forma que es dejarse llevar por la melodía, por las notas, los detalles de la guitarra, la batería, la voz, las palabras. Y hace tiempo que no escribo, de esa forma en la que te dejas llevar por lo que pasa dentro, aquí adentro, en esta caja torácica repleta de sangre y órganos vitales, que se mueven, supongo, de un lado a otro, mientras camino. ¿Los órganos se mueven o están bien anclados? Me gusta imaginarme el interior de los cuerpos, las venas como hilos que nos recorren por dentro. Soñábamos, hace tiempo, en el interior de aquella habitación.  Y se hacían realidad en nuestras bocas, cuando salían como un pez, como su hubiéramos estado un largo tiempo bajo el mar y tuviéramos dentro un banco de especies salvajes.

La última vez que toqué la guitarra fue hace un mes con un amigo. Estuvimos ensayando una canción suya, que hice mía, que contaba una historia de amor acabada o sin empezar, debería ser él quien lo especificara. Aún así, suele pasar, el narrador de la historia seguía enganchado a esa fantasía. Pues bien, no puedo quitarme esa letra de la cabeza. Creo que es una buena canción. Ese día también tocamos alguna de Anna Calvi y de Lana del Rey. Yo puedo cantarlo todo sin que me falte voz. Es un don que no me sirve para nada práctico o que dé dinero. Bueno sí, se me había olvidado que sí, que hasta ahora sí. Menudo despiste. Es como si un banquero se olvidara de que es banquero.

Pero no es lo mismo hacer música que escucharla.

No puedo escuchar música. Me cuesta. Esta mañana, en el supermercado, se encadenaban una tras otra canciones sencillas, fáciles, de esas que sonaron alguna vez en el coche, durante el verano. ¿Cuánto tiempo hace del verano? No hace meses, creo que hace años. No es un error de percepción temporal. Realmente, del verano, hace años. De cuando éramos incocentes y mirábamos más allá, como si todo pudiera estar bajo control. Ingenuidad. Nuestro control. El ascensor. Subía y bajaba. Le dábamos a los botones. Nos hacía caso. La dulzura de los ascensores. Dijo Cravan.





miércoles, octubre 14, 2015

Ser helvéticos







He llorado un poco agarrada a la barra del metro. Tal vez porque es mi cumpleaños. Una mujer me miraba con curiosidad. Soy una stripper del llanto. Esto no es un poema.


Me cuesta mucho. Todavía. Casi todo.

El exilio.

No admiro a los que no les supone ningún esfuerzo, ¿qué maldita gracia tienen?
(He soñado algo. Mierda, acabo de olvidarlo. Lo he visto en mi mente, un segundo. ¿Qué era?)

Carl me ha hecho un pastel y se ha manchado la nariz de nata. Bonito. Tal vez debería tener un hijo con él. Ser una font family, ser helveticos. No perdernos nunca.

miércoles, octubre 07, 2015

Novedad

 


Estoy volviéndome conflictiva. Quiero saber cómo me sienta. Cada día busco algún motivo para serlo. No quiero evitarlo.

Me he vuelto a enfadar por algo que pasó hace mucho tiempo. Años. ¿Quién se acuerda? El resentimiento llena mi cuerpo de raíces, brotes verdes. Y me gusta. Todo esto es nuevo para mí. 

He notado algunos cambios positivos. De momento, como es un experimento, no voy a regularlo. Luego, cuando ya sepa bien cómo funciona, haré ajustes.



jueves, octubre 01, 2015

Ciudad




Qué alegría volver a la CIUDAD. A su encanto. A las aceras sucias, a los árboles en el cemento. A los carteles mojados de las farolas. Clases de repaso. Gatos perdidos. Alquilo habitación. Busco por esta zona. Necesita medicación. Decenas de caras distintas en el vagón de metro. La mujer fuerte, de cuello ancho, que mueve los labios mientras lee en su iPad una partitura, su chaqueta roja, su bolso azul, su sombrero. Preguntarme hacia dónde irá. Cómo se llama. ¿Tiene familia? La calidez de las desconocidas. La estudiante de español japonesa que se sienta en nuestra mesa de diez y se pide un café. Y nos mira. Y no dice nada. Y fuma. Y yo le digo, Hola, ¿qué tal? No parece incómoda. Y dice, muy bien, gracias y tú. Contexto socio-cultural.


Las últimas noches en el bosque fueron melodramáticas. La luna llena nos afectó a Carl y a mí como antaño. Pero ya han pasado. Hemos sobrevivido. Y ahora calma y lluvia. Y felicidad vergonzante. Y esta sensación, otra vez.