Por la noche, escondo mis zapatos bajo mi cama y ella deja los suyos bajo su cama.
Ingrid me construye. No sólo por la forma en la que desvela mis acertijos uniéndome como los puzzles que encajan pieza a pieza sin que sobre ninguna.
Incluso,
Ingrid es capaz de rehacerme aunque nos dejemos una o dos partes en otros lugares y sus labios se queden marcados en otras almohadas. Pero sólo con ella bailo frente al espejo. Y bailamos y bailamos hasta que la canción se desmonta y no tiene principio ni fín , porque Ingrid vierte su pasión en mis huecos y yo baño mi cara en su pelo enmarañado.
Me enamoro de ella hasta cuando me olvido, y su rostro se hace nuevo y conocido y tan ficticio como un desierto de otra galaxia. Busco una misión que cumplir junto a Ingrid, siendo enviadas espaciales o especiales, según lo revueltos que estén nuestros ánimos...
Un cura diría que son cosas del diablo, un místico un milagro y un mago un truco muy visto, pero... por la mañana los zapatitos de Ingrid están relucientes y esperando bajo mi cama, y me pregunto si los míos también habrán llegado hasta la suya tan limpios y descansados.
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