martes, noviembre 30, 2004

La música sin instrumento


Las cosas que no puedo nombrar, las que no tienen límite, se llenan de intensidad.

Después del trabajo he ido a casa de unas amigas a ver el último dvd de ani difranco. Y claro, por la tarde he llegado a la facultad con unas ganas tremendas de tocar la guitarra y cantar pero me he encontrado en la pizarra "hacer una composición de 8 compases, 3/4, dos periodos, primer periodo final suspensivo, segundo periodo final conclusivo, tonalidad Mib Mayor, principio anacrúsico, final masculino".

Me he plantado delante del pentagrama con el lápiz y la goma de Milán. Pero el papel no sonaba. Lo he sacudido, lo he volcado, lo he puesto del revés y nada, que no suena. De momento, sin instrumento, no sé hacer música.

Aún así, me he puesto a repartir figuras sobre el pentagrama, un poco con ton pero sin son, queriendo imaginar la melodía y recordando ese gran día que les dije a mis padres "papá, mamá, yo paso del solfeo, yo lo que quiero es un grupo de rock"

Cuando por fín he podido probar qué tal sonaba "eso" que había escrito, me he dado cuenta de que había compuesto una especie de "quinto levanta y tira de la manta" en versión infantil que verdaderamente era para asustarse. Ah, pero eso sí, cumplía todos los requisitos de la pizarra.

Ya, ya sé que toco la guitarra sin saber el nombre de las notas ni de los acordes que yo creo que me invento, pero que más da. Lo mismo me pasa con el piano. Pero las cosas que no sé nombrar, las que no tienen límite, creo que son las que más me gustan.

Me encantaban las clases de literatura del instituto porque mi profesor recitaba poemas de Pedro Salinas y todo aquello era un interrogante.

Por eso hoy, sin saber por qué, olías a pan, como todo mi día de ayer. Cómo puede ser que justo hoy me diera cuenta de eso. ¿Cómo puedes oler a tantas cosas? Te miro y me preguntas sonriendo "¿Qué?" y yo respondo "Nada". Pero "nada" lo contiene todo. Yo lo supe el día que me miré en el espejo del retrovisor y tú estabas allí. Y mirando mi reflejo me preguntaba ¿soy yo?

Y sí, realmente estaba contigo y era yo.

...
Ha sido, ocurrió, es verdad.
Fue un día, fue una fecha
que le marca el tiempo al tiempo.
Fue un lugar que yo veo.
Sus pies pisaban el suelo
este que todos pisamos.
Su traje
se parecía a esos otros
que llevan otras mujeres.
Su reló* destejía calendarios,
sin olvidarse de una hora:
como cuentan los demás.
Y aquello que ella me dijo
fue en un idioma del mundo,
con gramática e historia.
Tan de verdad, que parecía mentira.
...
No.
Tengo que vivirlo dentro,
me lo tengo que soñar.

(De Pedro Salinas, dentro de La Voz a ti debida)

* A Salinas le gustaba escribir así "reloj". Como a Juan Ramón Jimenez le gustaba poner "j" en vez de "g" cuando sonaba como una "j". Eran unos punkis, es verdad.

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