Yo podía llegar a cualquier hora. Desde las diez hasta las doce estuve a punto de llegar. Te mirabas al espejo y te retocabas el pelo. Vigilabas el reloj.
El parabrisas de mi coche se volvió loco, de un lado para otro espantando la lluvia, que caía con fuerza la primera mañana que yo abría mis mapas para encontrar una i-s-l-a.
Me bajé y mi zapato se hundió en un charco. No importó. Me puse a caminar, tan sola, por tu calle. La primera vez que te ví yo predije lluvia, lo decían los notícias, lo ladraba mi perro.
Un relámpago en el cielo y tú caminando, un paso de cebra y allí nos paramos. Los pies mojados, los bajos de los pantalones mojados, tu cara mojada, mi pelo mojado.
Tuve suerte perdiendo, después gané el primer premio. Me cambié de carrera, me metí en la de caballos.
Cabalgamos.
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