He pasado por casa para lavarme la ropa que he usado estos días y volver a hacer la maleta. El caso es que no sé qué llevarme. Sólo quiero ser rica para decir eso de: "Roberto, prepáreme el equipaje que mañana salgo de viaje!" Y Roberto se pelearía por mí con la espuma del pelo y con los bronceadores, y con las 2 gafas y las sesenta lentillas, y la toalla de la playa, y con los tres bikinis y las bermudas y las camisetas y los pantalones y el pareo y las chanclas antimedusas o anticangrejos, no lo sé, y la chanclas a secas y las gafas para nadar y las gafas de sol graduadas y las de sol sin graduar y la ropa interior y me llevo pijama o no me llevo, y la chaqueta "por si refresca", los zapatos, la colonia...uff.
No es de extrañar que de aquel libro sólo recuerde el momento en el que la protagonista le deja la maleta al recepcionista del hotel y le dice: "Envíe toda la ropa a lavandería". Al día siguiente, como era de esperar, ella se encuentra toda la ropa limpia y planchada encima de la cama. Me fascinó ese detalle, realmente.
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