jueves, enero 24, 2008

El Fax

Hoy he tenido una entrevista. No quería en absoluto destacar pero cuanto menos te interesa algo más interesante pareces. Todos me miraban intentando adivinar mi futuro. He paseado por calles que no conocía y he entrado en un bar a tomar café. Había una chica sentada con el pelo por dentro del abrigo. Me gusta la gente a la que se le queda el pelo por dentro del abrigo

Más tarde he llegado a casa y una luz verde parpadeaba en el fax.

Hace un par de semanas mi padre compró un fax.

Él cree que es bueno tener uno. Una máquina por la que metes un papel y segundos más tarde lo hace aparecer en otro lugar diferente, no deja de ser un misterio si lo piensas bien. Más o menos le dije que lo del fax era un trasto, que no somos una familia que se pase el día enviando fax y que además para eso teníamos la copistería en la calle de arriba.

Por supuesto llegó el momento de probar el fax. Yo me negué a colaborar, claro. Por eso fue mi madre la encargada de darle cuarenta veces al "ok", de marcar el teléfono del despacho otras 40 veces y de llamar a mi padre preguntándole, "¿lo has recibido, nene?". Y mi padre supongo que le diría "No, ¿y el mío no ha llegado aún?". Y otra vez a empezar. Yo oía cómo mi madre iba y venía por las escaleras de la casa refunfuñada, que si este hombre se cree que no tengo nada que hacer, que si me tiene todo el día enviando papelitos, que si sólo faltaba el fax en esta casa... Hacía gracia ver a mi madre tan acalorada por el tema.

Tras varios intentos fallidos el artilugio empezó a recibir algo. Mi madre estaba delante de la máquina muy atenta porque por fin iba a funcionar. Mi padre decidió que lo más apropiado para el estreno del fax era una declaración de amor escrita a mano y en mayúsculas, vuelta del revés.

Desde ese día mi padre envía un fax de amor todas las mañanas.



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