Una tarde quedé con Eva a las siete en el East Village para cenar. La línea de metro en la que yo iba me llevaba directa, pero debido a una incidencia se interrumpía el servicio a medio camino. Un hombre vociferaba en el andén que el metro no funcionaba. Supuso para mí tres transbordos. El mismo señor me explicó los cambios que tenía que hacer, aunque yo, un poco tozuda y mirando el plano de las líneas del vagón, le decía que podía hacer uno más corto, pero bueno, al final le hice caso porque al fin y al cabo él era de allí y yo iba a llegar tarde, y aquel plano era el de Nueva York y no el del metro de Barcelona. Durante el trayecto me contó que estaba harto de trabajar y que tenía muchas ganas de ver a sus hijos y de besar a su mujer. Me pareció muy bonito. Lo dijo de un modo sincero. En mi primer transbordo nos despedimos.
Mientras tanto, Eva, a quien yo había conocido 24 horas antes pero era como toda una vida, estaba a 16 paradas y dos transbordos más allá esperándome hacía media hora. Mientras tanto, sin saber nada de mí porque yo estaba bajo tierra sin cobertura, entablaba conversación con una actriz española que estaba trabajando allí y que nos invitó a una fiesta con mucho glamour y tacones para el siguiente jueves por la noche.
Una hora más tarde llegué a mi destino y cuando salí del metro tenía 4 llamadas de Eva. Como yo no llevaba nunca ni un puto mapa, salí al exterior sin saber si tenía que subir o bajar por la calle, una cosa que me pasaba a menudo porque siempre me iba hacia el sur pensando que era el norte y al revés. Así que mientras yo andaba hacia mi supuesto sur, un chico se me acercó y me preguntó por una calle. Sinceramente le dije que estaba tan perdida como él. Se llamaba Gonzalo, era chileno y arquitecto, estaba estudiando un curso de diseño y vivía en Harlem. Él, que sí que llevaba mapa, me ayudó a encontrar a Eva, y a su vez, a él lo ayudó un japonés a encontrar la calle buscaba. Intercambié mi dirección de correo con Gonzalo porque fue muy simpático y días más tarde nos escribimos. Lo importante es que Eva y yo pudimos reencontrarnos y cenamos en un mexicano muy rico que nos supo a gloria.
En este vídeo podéis ver a la actriz que conoció Eva. Con sólo tres palabras a mí me ha dejado sin ninguna. Así es la vida, asimétrica, fuerzas que se atraen y fuerzas que se repelen, personas que se alejan y personas que se acercan. Yo intento que la asimetría no cambie las cosas que me gustan de mí, aunque a veces sienta que no encajan. Y este es el desencuentro del final del título de mi mini historia.
¡Qué barbaridad, aviateur...!
ResponderEliminarN
Waoww... Que es una palabra prestada para cuando no tienes palabras.
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