sábado, agosto 17, 2013

post 1558. Drive, un plato de espaguetis que cae al suelo, polvo y gente



Acabo de ver Drive. Si fuera chico me gustaría ser Ryan Gosling. Es una película de acción, pero todo sucede con lentitud. A ratos es como un videoclub. Quería decir videoclip. No sé por qué he escrito videoclub. Podría haber escrito puticlub, pero ha sido videoclub. Videoclip, esa era la palabra correcta. Decía que todo sucede con lentitud. Es como ver caer un plato de espaguetis, que se hace añicos y salpica el suelo con tomate, pero a cámara lenta. El tomate pasa a ser algo diferente, algo más significativo. No es sólo tomate. Son cientos de gotas de color rojo que tiñen el suelo; y el suelo es una superfície llena de partículas de polvo, polvo repleto de restos de muchas cosas. Voy a citar un pasaje del relato titulado Él, de Marina Perezagua –Marina Perezagua es un gran descubrimiento, por cierto.

Llevo mucho tiempo sin limpiar el polvo. Lo veo en los muebles, flotando en el rayo de luz que se filtra por la ventana. Quiero probarlo. Abro la boca para que me entre, para averiguar a qué sabe, si tiene algún alimento, porque su boca está entreabierta y me gustaría que esta harina de pelo de perro, de barro en los zapatos, de alas de mosca, le aportara algún nutriente. Pero este polvo no sabe nada, no tiene olor ni gusto. Sólo se ve.
(Marina Perezagua. Leche, Ed. Los libros del Lince)

La BSO de Drive también me ha gustado mucho. Y los colores. Ryan Gosling es un chico al que le quedan muy bien las camisetas sucias, igual que a James Dean. No deja de ser la típica historia de salvar a la chica y deshacerse de una bolsa de deporte con un millón de dólares dentro, pero es una película llena de belleza. Me gusta mucho cuando él conduce e Irene pone su mano encima de la suya, en el cambio de marchas. Ese gesto sería un modo de declarar mi amor a alguien. Si la chica lo entiende, perfecto. Si no lo entiende, no es para mí. Me arriesgo bastante, lo sé. El amor sin riesgo es semejante a un contrato.



Me gustó el mosaico de gente que conocí ayer noche. Las palabras que escuché, los movimientos, las señas de identidad de cada persona. Tener que salir de los lugares para fumar ayuda a conversar. Fuera se concentra la gente y todo el mundo está muy receptivo  en ese momento. Lo malo es que los vecinos no lo estaban tanto ayer noche y nos tiraron tomates, agua, huevos... y una bombilla que estalló en el suelo como un plato de espaguetis.


6 comentarios:

  1. Anónimo9:43 a. m.

    Comparto contigo lo de las manos unidas sobre la palanca de cambios. Lo he experimentado en mis carnes, y lo sentí maravilloso en lo màs profundo... sin embargo, no debió significar mucho para la otra chica, puesto que esa relación duró un suspiro para ella y supuso una larga agonía para mi.
    Cosas de la vida, supongo.
    Sea como fuere, es un gesto que denota una superconexión. Ojalà todas supiéramos verlo así.

    La del Hospital.

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    1. Hola! :) Sí, es un gesto universal y maravilloso. Los suspiros y las agonías van, ciertamente, en muchas ocasiones, de la mano. Lo siento. Espero que ya te hayas recuperado. Al amor es asqueroso.

      Un beso.

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    2. Anónimo11:44 a. m.

      Sí, la verdad es que para màs INRI, fue mi primer amor, así que resultó devastador para mi. Me costó superarlo, para qué nos vamos a engañar, pero el tiempo la colocó en su sitio, y hoy por lo poco que sé, sigue sola, sin nadie que le aguante sus cosas. Yo, sigo con mi chica y en breve haremos 10 años ya !!
      La vida da muchas vueltas...

      Besos.

      La del Hospital.

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  2. Vivir eso es de las cosas más bonitas que me han pasado nunca. Ojalá todo el mundo lo viviera alguna vez, encontrar esa conexión tan pura e irracional.
    Esos momentos en el coche no se olvidan nunca.

    C.

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    1. Cierto. Hay momentos que no se olvidan. O que cuestan mucho de olvidar. Sí, vamos a pedir para todo el mundo un momento cambio de marchas. :)

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  3. Valentina Larruz5:51 a. m.

    Me encantó lo del cambio de marchas y su significado. Me acordé de una novela que leí hace algunos años: va de una chica que contrata a un Detective para corroborar que su esposo le es infiel. Tras el primer acecho, el Detective toma una serie de fotografías que de primera mano no prueban algo. En una de ellas se observa al esposo comiendo con otra chica (sólo comiendo). La esposa queda en estado de estupefacción y se enfada con el Detective por no haber notado que justo en esa fotografía se revela el carácter de la relación con la otra chica. El Detective defiende su hipótesis insistiendo en que no pasa algo. Hasta que ella (la esposa) lanza: “¡La quiere! (refiriéndose al sentimiento del esposo por la extraña) Cuando un hombre le limpia a una mujer el ketchup de los labios, quiere decir que la quiere.”

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