Son días importantes para mí. También estresantes. Mis alumnos me miran desde el escenario muy atentos. El público está silencio. 53 caras esperando a que yo toque las primeras notas de mi guitarra para empezar a cantar. Yo les doy las últimas indicaciones en voz baja. Ellos las entienden. Seguid el tempo, no os adelantéis. No es una carrera. A veces no comprenden que la música no es llegar el primero al final de la canción. Me encanta el momento de la ovación del público. Los padres. Es una marea que viene de lejos en forma de aplauso. A veces me pongo un poco severa con ellos. Con mis alumnos. Dirigir a un grupo de personas a veces es así, tú quieres que hagan algo que hay en tu mente. Lo visualizas y quieres que salga al exterior. Y piensas, por qué coño no lo hacen? Y pienso: ¿Es necesario que lo hagan de la forma que yo les pido? Entonces me relajo.
Esta mañana he estado especialmente apática. No tenía ganas de nada. Las maestras también tenemos nuestros momentos bajos, aunque no lo parezca. A veces tengo que cantar y bailar mientras siento que mi vida se estanca o se pierde en algún lugar. Pero no es así siempre. Cuando me siento feliz es bonito cantar y bailar cada día. He tenido un momento de descanso y me he dedicado a hacer manualidades. He descubierto que me relaja hacer cosas con las manos. En un colegio siempre hay cartulinas, estrellitas, papel de celofán y pegamento. He hecho una guirnalda con paquetitos que simulaban regalos. No sé dónde la pondré. En casa, supongo. Los niños notaban mi apatía porque me han regalado cinco dibujos distintos. En todos salgo yo tocando la guitarra. Siempre la dibujan muy grande, como un contrabajo. ¿Me deben ver pequeña en comparación con mi guitarra?
He salido del concierto y me he comprado un cruasán de chocolate. Me lo he comido por el camino. He llegado a casa y me he tumbado en el sofá a ver Stories We Tell, de Sarah Polley. Los miércoles no voy nunca al gimnasio. Me ha encantado la película-documental, pero me he dormido durante un cuarto de hora porque se me cerraban los ojos. Esa sensación de no poder luchar contra el cansancio. Además hablaban mucho y tenía que estar muy atenta. En el fondo habla de las historias, de que hay que contarlas para que lo sean. Me parece muy interesante Sarah Polley, podría ser mi novia un día. O mi amiga. Sólo uno. También quiero que sus dos padres sean mis suegros durante un día. Y su familia, mi familia. Y salir en el documental. Hola. Hello. Salir tocando la guitarra o algo así, mientras Sarah habla por teléfono.
He tomado una foto de las ventanas de mis vecinos. Me gustaba la luz. En cada ventana hay una vida distinta y me intriga. A veces veo algún fragmento. Un sofá rojo, un espejo, un lámpara, una silueta que lleva algo en las manos.
La parte de atrás de mi casa es bastante tranquila. Desde la terraza sólo oigo graznar a las gaviotas. Vienen de la playa. Pero de fondo, como un rugido lejano, puedo escuchar el rumor de los coches y el tráfico. Están ahí. Autobuses, sirenas, motores. Cuando era pequeña me gustaba dormirme escuchando el motor de los autobuses de Barcelona, los que pasaban por delante de mi casa. Los dibujaba en mi mente de color granate, grandes, muy grandes. Ahora son rojos. Antes eran granates.
Una amiga me ha enviado un artículo con claves para ser feliz. Estaba estructurado a modo de preguntas. En una de ellas preguntaba qué quería hacer sentir a los demás, para encontrar un objetivo o un propósito. Todavía estoy pensando la respuesta.
Sigo sin saber qué hacer en fin de año. He imaginado en mi mente tres planes que me encantarían, pero son imposibles los tres. Los he escrito en un folio con todo tipo de detalles. Hasta lo más absurdos. "Y se cae una uva al suelo"; "Y me entra algo en el ojo y me rasco"; "Y tengo pis". En uno de mis mejores últimos días del año bailé desnuda sobre una cama mientras berreaba una canción de Rihanna. Lo tengo grabado en vídeo.
¿y por qué hay que hacer algo especial en fin de año? es un día EXACTAMENTE igual que cualquier otro, no entiendo esa imposición social, se me escapa.
ResponderEliminarvete a dormir, es lo mejor del mundo.
y sueñas :-)
Lo mejor es planear una excursión, o algo especial para empezar el año, andar hasta un río y mojarse los pies, ir a ver ese museo que lleva al lado de tu casa desde siempre y aún no conoces, sentarte una hora en mitad de tu plaza favorita. Así la noche vieja pierde un poco de esa "importancia" y te acuestas en cuanto te tomas las uvas con ilusión porque has decidido la mejor forma para tí de empezaar el año. ;)
ResponderEliminarBueno... sí, seguramente tienes razón...
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