Estuvimos en la playa y nos sentamos al final del espigón. Hacía mucho sol, no como hoy. El agua quedaba atrapada entre el muro y los bloques de cemento y hacía glu glu glu tan claramente que podía escucharse perfectamente glu glu glu. Había un hipopótamo allí abajo. Mientras mirábamos el mar y nos contábamos algún detalle sobre nuestras respectivas existencias, yo pensaba "qué rara es la vida". Sigo pensándolo todavía esta noche.
Hoy he seguido a la marea de gente en el metro. Me he congelado en la calle. He pisado charcos. Me he topado un par de veces con la realidad. Y bueno, eso es todo.
Recuerdo yo también un día de esos de espigón y playa, hace ya casi diez años. Era una playa distinta de la tuya, más al sur, aunque también mediterránea.
ResponderEliminarEcho de menos la playa, la tuve muchos años, ahora no está conmigo. Aquí hace demasiado frío. No deja de gustarme, me despierta y me hace sentirme en una película polaca caminar de noche con el frío tirando de mi cara, pero sigue siendo demasiado. Eso es todo
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