Viendo vídeos de la Barcelona de los 80's, me he dado cuenta que de pequeña estaba enamorada del Vaquilla. No ha sido recordarlo, ha sido darse cuenta. Al ver su cuerpo contra el suelo y la expresión de su cara, me he dado cuenta. Lo asociaba a un compañero de clase que se llamaba Antonio Amaya. También estaba enamorada de Antonio Amaya. Pero no era un amor de dibujar corazones ni de querer darle un beso; yo lo que quería era estar cerca de él. Antonio y yo no éramos amigos, pero durante un tiempo la señorita lo sentó conmigo. La señorita Pilar. Yo era una niña muy buena, sacaba siempre la mejor nota de la clase, pero no era sabionda ni repelente. Antonio hacía muy mala letra. Me gustaba por eso. Yo empecé a hacer mala letra a propósito. Hablaba mucho. También me gustaba por eso. Yo empecé a hablar mucho con él y la señorita me regañaba un poco... A la hora del comedor me enseñaba a jugar a fútbol. Yo decía, "yo soy Schuster".
Tal vez no me quiera enamorar nunca más. Es un pensamiento que se me pasa por la mente. Tal vez quiera quedarme así, protegida, como bajo las sábanas, como sobre la almohada. Tal vez quiera pedir permiso para abrazar algún día, "¿puedo?". El mundo me parece un lugar incomprensible, tan solo finjo que estoy en él.
Nunca queremos salir de debajo de la protección de las sábanas, pero al final lo hacemos, la vida sin riesgos y sin fallos sería muy aburrida, supongo..
ResponderEliminarY sí, el mundo es incomprensible... e inabarcable.
Pues yo creo que es una cosecuencia de correr riesgos.
EliminarMe encantaban las pelis del Vaquilla y del Torete. Hará un par de años las hacían cada viernes en Paramount, y era como volver a la infancia. El mundo es un lugar insoportable (por culpa de la gente, claro). Supongo que aprender a ignorar a los demás debe ser la solución
ResponderEliminarYo esta tarde, en mi soledad perruna, veré una. Muacs
EliminarEs educado...
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