Mientras estaba en la playa, mi amiga amante me ha llamado para vernos. Le he dicho que sí, que podíamos comer y pasar la tarde juntas. Hemos acabado en la playa dándonos un buen baño para despejar la morriña de después de la siesta.
Por la noche, he tenido una conversación interesante, acompañada de unas cervezas, con mis amigas hijas únicas. Hemos hablado de cómo ha sido, para cada una, la experiencia de la infancia a solas. Nos hemos dado cuenta de que le damos mucha importancia a los enfados con los demás, nos duele y nos hace sentir tristes. La conclusión es que tal vez sea porque ninguna ha crecido con el típico hermano o hermana con el que discutir y seguir como si tal cosa. Si nos enfadábamos, era con los adultos, y las consecuencias eran graves. Es lógico que le demos tanta importancia.
Nos hemos reído mucho de nuestra condición de hijas únicas, y de nuestros rasgos comunes.
No quiero tener más hijos ni en mil años, pero me da mucha pena que mi J. no vaya a tener un@ herman@. Todo un dilema... Paola, ¿si hubieras podido elegir, hubieras querido tener uno?
ResponderEliminarPor supuesto. Tuve un hermano imaginario durante muchos años. Hace poco me despedí de él, hice una especie de ceremonia por ese hermano inventado que yo tenía en mi imaginación. Era mayor que yo. Lo curioso es que de adulta me enteré de que mi madre había sufrido un aborto bastante avanzado cuatro años antes de mí. Era un chico.
Eliminarpor cierto, mi hermano imaginario tenía un grupo y tocaba la guitarra. Y Era muy guapo :)
Eliminarme hubiese gustado conocer a tu hermano imaginario... podíamos haber hecho muchas cosas yo, él y todos mis amigos imaginarios ;)
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