Las obras veraniegas. Las excavadoras, las taladradoras, las apisonadoras. Las vallas amarillas, los petos amarillos, las señalas provisionales. Eso es el verano en la ciudad. Más o menos. Una parte.
Ya echo de menos mis vacaciones, y solo hace semana y media que he vuelto al trabajo. Recuerdo las tonalidades infinitas de verdes en el bosque.
También he vuelto a la piscina después de... un año y medio, tal vez. Nadar es maravilloso y sólo se me ocurre que también existe la fascinación, después de nadar, como segunda cosa maravillosa. Fascinarse por algo y/o por alguien.
Tengo restos de amores pasados a mi alrededor, como confeti plateado. Y me lo imagino flotando, o como una estela, o como algo que se desprende de mi pelo. Aquella tarde, aquel gesto, aquella palabra, aquel olor, aquella voz, aquella luz, aquella discusión tonta, aquel café, aquella conversación. A lo Jean Marc Vallée. Lo que me gusta de Sharp Objects es que suene Led Zeppelin en cada capítulo, porque eran algunas de mis canciones preferidas cuando era adolescente y las solía tocar con la guitarra.
Ya he hecho bastantes cosas extras con B. Cosas como tener conversaciones largas, ir en coche, tocar la batería, cocinar o hablar por teléfono. Pero extraño eso que se siente en el pecho, bajo el esternón y en la nuca. Sube por la nuca. Y que recuerdo era fascinante.
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