Si fuera una tenista a la que vuelve a dolerle aquella rodilla que se jodió en un partido, sería más fácil de llevar para mí y para los demás. Me daba tanto miedo el verano que no pensé en que el otoño también podía ser un laberinto complicado.
Ha salido el sol justo cuando ya está a punto de irse. Eso sería como llegar a la fiesta cuando ya se acaba. Aunque todavía no estamos en octubre, ya empiezo a pensar en mi cumpleaños. El año pasado lo celebré con una persona. Soplé las velas y fuimos a jugar a billar al bar del señor que siempre parece estar un poco triste. Hacía calor porque en las fotos yo voy en pantalón corto. En esas fotos siempre iré en pantalón corto y siempre será mi cumpleaños y siempre lo estaré celebrando con esa persona. Los dos años anteriores lo celebré con 21 personas apretujadas en mi casa. Sin embargo, no tengo fotos. Este año, como máximo con 6. Y como mínimo conmigo.
Sigue costándome mucho entender que lo que se deja atrás, se queda atrás. No sé si se debe a mi lesión de tenista o si le cuesta a todo el mundo. Bueno, al final lo dejo todo atrás por imperativo. Como cuando cierran los bares y te dicen "ya vamos cerrando" y aunque pidas otra caña sabes que te vas a tener que ir. Aunque ahora, con lo de las restricciones por el virus, echan la persiana, hacen ver que cierran y te puedes quedar dentro. Yo sería un poco ese tipo de bar que dice que cierra, pero no.
La semana pasada compré de segunda mano el single en vinilo "Voyage, Voyage" de Desireless. Tengo ganas de que llegue por correo desde París y pincharlo tras la persiana.
No me gustan las fechas de caducidad, soy de esas personas que necesitan creer que es posible engañar al tiempo en el último momento...
ResponderEliminaralgún día lo lograré....