El primer día del año es siempre una especie de resaca símbolica (o literal) del año anterior. Se acumulan tantas emociones durante la víspera, tanto esfuerzo, como si dieras un gran paso para cruzar de año, como si saltaras de una orilla a otra o cambiaras de tren en marcha.
Como no tenía demasiada energía, he optado por leer el libro que traje en la mochila, “Ya no necesito ser real”, de Flavia Company, en el que narra la primera parte de su vuelta al mundo hospedándose en casas de antiguos alumnos y lectores. Me ha parecido bonita esa gran familia que encuentra allá donde va. No sé si yo podría, aunque soy sociable, pero lo de ir a casas de otras personas siempre me ha costado. ¿Y si ya no? ¿Y si he cambiado y no me doy cuenta porque me fío de lo que creo saber de mí?
Me he propuesto, para este 2021, escribir una entrada diaria, es una forma de buscar algo que destacar y poner en highlights, para que no se quede el día entre el montón.
Con la muerte de mi abuela, me he dado cuenta de que hay una serie de palabras y expresiones que ella solía utilizar, y que forman parte del lenguaje que usamos en casa, además de los diminutivos acabados en -ico, que también asocio, totalmente, a estar en familia. Mientras cenábamos hemos pronunciado, mi madre y yo a la vez, una de esas palabras: zarapastroso.
¡La conozco como zarrapastroso! :)
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