Unas palomas grises picoteaban en una plaza de cemento cuando me atacó la melancolía, hace dos días, esperando a que se pusiera verde el semáforo, bajando por la calle Badajoz. Fue a traición porque me sentía contenta y hacía mucho sol. Estuve llorando veinte minutos, dentro del coche. Lloré por cosas muertas, estropeadas, decepcionantes o desaparecidas. En algún instante del llanto me sentí con el poder de recuperarlas intactas, sanas, vivas, brillantes, como si pudiera salvarlo todo. Eso es éxtasis.
He estado evitando la melancolía, pero parece que ahora la necesito, necesito un poco de aquello que en el siglo XIX era “lo sublime”.
Ahora, lo profano.
La playa de Barcelona está asquerosa. Llena de gente con altavoces bluetooth incrustados en sus cuerpos, esparciendo música que detesto (bachata, salsa, voces con autotune) y pelotas de voley, hamburguesas del McDonalds y latas de cerveza. Y haciendo YOGA. Qué puto sinsentido todo. Si el infierno existe, es eso.
Recordé un paseo, justo a la misma hora de ayer, pero en 2015. Hace seis años, la playa estaba vacía, tranquila, un poco triste, una maravilla.
Yo también estuve participando de ese poquito de infierno de festivo-viernes-santo comiendo una paella (que estaba muy buena) en un chiringuito. No tengo palabras, yo también soy un sinsentido.
Cuando subí para mi calle y reencontré la tranquilidad, me sentí a salvo.
Las personas llevamos el infierno dentro y nos encanta compartirlo con los demás...
ResponderEliminarAl menos tú logras ver tus contradicciones y luchas contra ellas.. No te hará más feliz pero sí un poco mejor persona (triste consuelo, lo sé=
Sí, las contradicciones que nos acompañan.... :)
EliminarEl turismo, y los turistas, son el nuevo infierno para el cual aún no ha nacido su Dante.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Estos no eran turistas, porque no vienen casi, por el tema covid, pero es que en barcelona hay como turistas perennes, o gente que se toma la ciudad como si fuera un parque temático.
EliminarEs que plaza gris y palomas llevan indefectiblemente a la melancolía.
ResponderEliminarjeje, sí, verdad? Las palomas, pobres, ahora tienen que luchar con las cotorras y las gaviotas.
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