miércoles, abril 14, 2021

Mi manillar verde tiene algo

Cuando era pequeña, a menudo salíamos a comer fuera. De hecho, uno de mis juegos preferidos era el de “los restaurantes”. Me gustaba inventarme la carta, escribirla y ponerle precio a los platos. Mi restaurante se llamaba como mi apellido, yo era la fundadora, la camarera, y la cocinera. No sé si  por ser hija única y haber jugado bastante sola (excepto en verano, en verano siempre estaba en la calle con más niñas y niños), pero cuando trabajo en equipo tiendo a llevar la batuta (o a querer llevarla) porque en mi cabeza veo claramente los pasos a seguir y lo que se necesita, porque es lo que yo haría para ponerlo en marcha si no contara con más personas. No digo que sea bueno o malo, es una reflexión.


Sigo pensando en llegar de noche a Venecia, como ya escribí algunas semanas atrás, y en avanzar por el gran canal, con las siluetas de los palacios y las ventanas iluminadas de las casas reflejándose en el agua y el vaporetto abiriéndose paso. Creo que “ese llegar de noche a Venecia” es la metáfora de algo que todavía no sé. Tengo esa corazonada. O puede que solo sea un recuerdo intenso. 


He encintado el manillar de la bici de color verde oscuro, y la verdad es que me ha quedado tan bien que cuando voy por la calle me siento como si llevara la bici más bonita del barrio.



2 comentarios:

  1. Supongo que existen dos Venecias, como existen dos cosas de casi todo. Una Venecia real y otra imaginada, a la imaginada sólo se puede llegar de noche, eso seguro.

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  2. Anónimo10:29 a. m.

    Siempre hay dos versiones de la historia...y ciertas para cada persona que la cuente.

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