Todavía no es verano oficialmente, pero yo he decidido iniciar un diario de verano en el que, como la propia palabra indica, escribiré cada día hasta el final del verano.
Acabo de comerme un helado, estoy en la terraza, son las diez menos veinte y todavía no ha anochecido. La "normalidad" va volviendo poco a poco y va revelando los huecos latentes que dejó el año pasado. Como si, inconscientemente, la vuelta a mi vida de antes buscara lo de antes, pero sin encontrarlo del todo. El buen tiempo trae sensaciones, temperaturas, picadas de mosquito, luces de atardecer y canciones. La melancolía se convierte en un espejismo en mitad del presente. He sacado la ropa de verano y toda me viene grande. He menguado durante el invierno.
Esta mañana, a las siete, he pasado en bici por la playa y los chiringuitos ya estaban abiertos. Las mesas ordenadas, la arena sin pisar.
Todos los veranos son distintos. Incluso esos en los que parece que no pasa nada y solo hace calor.
Tuve una sensación similar hace unos días, que éramos como un puñado de insectos atrapados bajo tierra y que por fin podemos salir al exterior. Movemos las antenas, palpamos el terreno y no nos acabamos de creer si lo que vemos es del todo real.
ResponderEliminarHaces bien en empezar el diario de Verano, es la mejor forma de hacerlo real.