martes, septiembre 27, 2011

Tenemos una meta


¿Cómo saber si va a ser tu último día de playa? No se sabe. Haces la foto pensando que no. Luego te das cuenta de que sí. A menudo sucede a finales de agosto o a principios de septiembre. Siempre tengo la esperanza de que sea el primer fin de semana de otoño. Ese día te despides del verano como si se tratara de un acto oficial. Lo primero es nadar desordenadamente como un tiburón hambriento, aunque vayas a ser tú la devorada por el no_verano/no_future. Y los Sex Pistols harán una canción para superar el invierno. Y como viene siendo habitual... me pierdo en las enumeraciones. Pues eso, que lo primero será lo segundo y lo tercero.

Pero tú y yo tenemos una meta. Y algunos dirán que es la de siempre, porque todas las llegadas a la meta son iguales: el corredor cruza la meta y se rompe la cinta. Luego levanta los brazos y quién sabe qué es lo que oye en su cabeza.

Tú y yo tenemos una meta. La meta se parece a la salida. Su nombre lo llevo bordado en mi pañuelo blanco y su silueta colgada al cuello en una cadenita de plata.





(He recuperado a la mujer que se peina el pelo infinito como recuerdo a la primera cabecera que tuve en el blog, de la que ya va a hacer 8 años. Por cierto, este mensaje es en clave y solo lo entenderá quien esté desde entonces: ¿Superwoman sigues ahí? ¿Sigues siendo una not a pretty girrrl?)

jueves, agosto 18, 2011

melancoisla, melancopueblo y melancopizzería

Este es el tocadiscos que tenía en casa de mis padres y que ahora está aquí, en mi actual hogar. Asombrosamente, queda bastante bien con esa lámpara rosa chicle. He estado escuchando un disco de los Rolling Stones y otro de Elvis. Me he emocionado de verdad. He imaginado una fiesta con mucha gente. Creo que este año voy a hacer una de cumpleaños, lo que pasa es que muchas de las personas a las que me gustaría invitar están en otras ciudades o viajando por ahí. Las que están por aquí, no pegan los unos con los otros ni con cola. El alcohol hará el resto.

Este verano está siendo como una vida 2. Muy diferente y muy largo. Los quince días de julio en Formentera quedan ya muy lejos, pero fueron absolutamente maravillosos. Escribiré sobre ello en algún momento.

Luego estuvimos en otras playas, no tan bonitas estéticamente, pero llenas de recuerdos de la infancia. Allí también fuimos felices. Nos despertábamos a las once, desayunábamos a las doce y bajábamos a la playa a la una, cuando todos los guiris se marchaban a comer. Luego, cuando volvían a las cinco, nos íbamos nosotras. Cenábamos en nuestra pizzería preferida y de fondo escuchábamos la música de los hoteles. Antes de marcharnos, la camarera siempre nos invitaba a beber limoncello. Coincidíamos cada día en la playa con dos chicas francesas (mon cherie) que eran pareja. No cruzamos palabra con ellas, pero nos mirábamos todo el rato. Es que como siempre estamos buscando referentes... El último día, no sé cómo, una de mis chanclas acabó debajo de la hamaca de una de ellas. Fue un momento tenso, porque yo quería recuperarla y no sabía cómo entrarles. Finalmente, Carol se acercó y cogió la chancla y ellas sonrieron. No entiendo cómo podían estar con mi chancla en su territorio, tan panchas.

Hace una semana estuve pasando unos días en un pueblecito de Granada. La primera noche todo me parecía extraño, además, hacía calor y tuve que abanicarme para lograr dormir. Los humanos podemos dormir y abanicarnos a la vez, ya lo había visto antes en mi madre y en mi abuela, pero no sabía que yo también fuera capaz de hacerlo. Aprendí un nombre nuevo, salamanquesas, que son una especie de lagartijas planas con la cabeza muy gorda. Estuve en un mercadillo y me compré tres pares de calcetines de deporte por un euro. Una ganga, sin duda. Comí un montón de cosas prohibidas: morcilla, chorizo, tortas, patatas a lo pobre, migas, huevos con jamón y pimientos, y mucho pan. Había un pan buenísimo en forma de rosco que era mi perdición. Ojalá lo encontrara por aquí. Juro que lo buscaré. Desayunaba cada día un café con leche, un zumo de naranja natural y media barrita con jamón (que viene a ser un bocadillo por la mitad) por tan solo tres euros. Cuando me fui de Granada –volví sola a Barcelona– lloré un montón en el autobús, en mis ojos se mezclaban las lágrimas con los campos de olivos. Me dio mucha pena irme y prometí que volvería el verano que viene.

Yo hice la comunión en Andalucía, es algo que poca gente sabe. La hice sin hacer la catequesis. Fue una comunión ilegal. Fue un plan para hacer feliz a una persona. El cura me hizo unas preguntas antes de darme la comunión para comprobar que podía ser una buena cristiana. Las respondí todas menos una, la más importante. No la pude contestar porque el cura tenía un acento de la tierra muy cerrado y me costaba entenderlo. Era algo así como "'tosdiozèha?" Le dije tres veces "¿qué?", a la cuarta vez me dio tanta vergüenza volver a decirle que no le entendía –qué niña más tonta– que para salir del apuro contesté "no lo sé". El hombre se indignó. La pregunta era ¿Cuántos dioses hay?
Se vino a comer con nosotros.





domingo, julio 10, 2011

Me voy unos días al Melancoisla




Mañana me moveré en cinco tipos de transporte diferentes. Iré por tierra, mar y aire. Tren, autobús, avión, coche y barco. Y por quinta vez en mi vida llegaré a la isla que sirvió de inspiración a Julio Verne para su novela Héctor Servadac, Viajes y a venturas a través del mundo solar. Hay un monumento al lado del Faro de La Mola dedicado al escritor.

Os quiero enseñar la nueva cabecera del Hotel Melancoisla. Es preciosa. Nos la ha regalado "ss", autora del blog La distancia adecuada. Sus ilustraciones porque son bellísimas.

Como me gusta tanto la nueva puerta de entrada al hotel, he decidido que durante este verano voy a cerrar Qué mala soy dosificándote por vacaciones (hasta septiembre) y me voy al Hotel Melancoisla. Clara Monforte hace demasiado tiempo que está calladita… y no puede ser, que para eso es la directora del hotel. Escribiré entradas cortas, así no me saturaré, siempre y cuando la cobertura me lo permita.

Nos vemos en el Melancoisla.

lunes, julio 04, 2011

Recorrer distancias



Esta mañana he llevado a Carol al aeropuerto. He comprobado que los atascos en la Ronda siguen aunque yo esté de vacaciones. Algunas veces, de camino al trabajo, me había preguntado si después de las 8.45 los coches se desvanecían por arte de magia, o si todo continuaba igual sin mí.

Con Carol cruzando el cielo rumbo a Finlandia, yo he conducido por tierra hasta la urbanización donde pasé todos los veranos de mi infancia. Eso ya está vivido y siempre será así. He recordado lo largo que me parecía el camino cuando era niña. Para
mí era como ir al fin del mundo, a Fin-landia. Ni un avión con parada en Australia recorría tanta distancia como el Citröen CX plateado de mis padres. Aquel coche iba del invierno al verano. Y eso es muchísimo.

Cuando he llegado al apartamento, mi prima de 13 años, la edad en la que te crecen las tetas y llevas aparatos en los dientes, me estaba esperando para bajar a la playa. Ahí estaba ella, con la toalla al hombro y sus 101.000 complejos adolescentes a cuestas. Qué alegría tener 32 años.

sábado, julio 02, 2011

Buen viaje a Finlandia, Carol

Querida Carol:

Ya sabes que Elvis volvió a los escenarios en 1968, tras un parón debido al servicio militar y a otras causas que no vienen al caso. El concierto lo hizo vestido todo de cuero negro y dentro de un ring de boxeo. Las dos pensamos que Elvis está ahí más sexy que nunca... y que si fuéramos chico nos pareceríamos a él o a Jude Law.

Aprovechando que estás haciendo una ensalada y no puedes escucharme desde la cocina, acabo de grabarte en directo, con mi guitarra nueva y mi voz de siempre, ese tema de Elvis que tanto te gusta de la actuación del 68: One night.

Es para ti y te la dejo como prenda, para que la lleves contigo hasta Finlandia. A la vuelta, me deberás una noche.


P.V.

miércoles, junio 29, 2011

Carreteras vs laberintos (con Anna Calvi de fondo)



El cd de Anna Calvi empieza a sonar. Pliega la capota del coche y sube el volumen para que vuele como un vestido al viento. El sol de la mañana, el que aún es suave, cae sobre sus hombros y sus muslos. Se mira en el retrovisor, se contempla. A veces usa la barra de labios que le robó a su novia aquella mañana. Se acaricia el pelo y vuelve a mirarse. Primero escucha Desire, luego Blackout, después I'll be your man. Y para rematar, tres veces seguidas el cover de Surrender. Canta con fuerza el último verso de la canción y piensa en follar con la propietaria del pintalabios en una playa. Y en formar una banda de rock. Pasadas varias horas, por cosas que no puede controlar, se siente hundida y avanza por una calle sin sombra. Sólo los solos caen. Luego, más calmada, escribe esto y no entiende cómo la carretera en línea recta, a veces, se convierte en un laberinto.

No sé qué cenar.