jueves, diciembre 24, 2015

Arenas movedizas



















La desesperanza ha vuelto en la noche de Navidad. Es como aquellas arenas movedizas que salían en las series de los 80's. Cuanto más te resistías a hundirte, más te ahogabas. Sólo podías salvarte si alguien se la jugaba y te tendía una mano, o una cuerda. O si de pronto veías una raíz en la tierra a la que agarrarte.

De camino a casa, la luna estaba en todas partes. La línea continua del arcén en la carretera me hizo pensar en las personas que ya no están en mi vida. Ojalá sí, pero no. Se han ido por su propio pie.

He pensado, también, en el último baile de Noah y Alison. En la fuerza de las circunstancias.

Una noche más sin piscina. 

martes, diciembre 22, 2015

Otras navidades sin novia






Ayer soñé con un rosal precioso. Pero, al parecer, estaba lleno de termitas. Mi mayor miedo era que las termitas se fueran a las vigas de mi casa. Mi madre me decía que no, que se irían a mi cabeza. Mi madre, como siempre, alarmista. A todo esto, yo escribía una carta de amor.


Estos días, tal vez porque llega la Navidad, estoy recordando lo mal que me sentía el año pasado. Me despertaba entre cenizas. Hoy me he alegrado tanto de estar a salvo, que de camino a la playa he dado una vuelta en el aire. Y luego otra. Y luego otra más. En plan bailarina. El agua estaba helada. Ahora me duele todo el cuerpo. No sé si por el frío o por quedarme trabajando hasta tarde. He recuperado el placer por el estudio.

Por la tarde, una persona me ha declarado sus sentimientos. Como cuando íbamos al cole. Ha sido desconcertante. Una se despierta por la mañana y no piensa que alguien, de pronto, vaya a abrir una caja hermosa. Lamentablemente, no puedo corresponder. Una pena, la verdad, pero no puedo. Sólo un amor huracanado podría llevárselo todo. Yo, si no hay peligro de huracán, no me despeino. Me quedo en casa con mi guitarra, mis libros, mis novelas sin escribir, el neopreno.

En fin, otras navidades sin novia. Ya son las terceras. Aunque, en cierto modo, estuve en un invierno del otro hemisferio enamorada, tal vez podría contar como navidades. Recuerdo que el 25 de julio de aquel año esperaba que en cualquier momento apareciera un papa noel por la calle. Era todo tan navideño. Los barquillos, los abrigos, las bufandas, la nieve en la montaña. Nos hacemos una idea.

Viendo una película de Win Wenders en la que había una chimena inquietante, he recordado la última vez que le eché leña a un fuego, y no en sentido figurado. Nos discutimos. Ella decía que no sabía encenderla. Yo le decía que no, que se hacía así. Me jodió mucho. Drama absurdo. Creo que ahora no me enfadaría porque he madurado. Le daría un beso y dejaría que la encendiera a su manera.




















viernes, diciembre 18, 2015

Nórdico



Hago la cama antes de irme a dormir. Es absurdo, pero me vale. El nórdico es más grande que la funda y sobresale por una lado. Me recuerda al intestino de mi madre cuando le hicieron la colostomía. Resultaba extraño ver lo de dentro afuera, doloroso. Un agujero en mi mamá. Un boquete en su abdomen. Ahora es tan solo una cicatriz. Cada noche pienso en sus tripas, que vuelven a estar dentro, y en mis sueños nórdicos y blancos derramándose.

Quiero que se llame Valerie.

miércoles, diciembre 02, 2015

Fantasías en el centro comercial



He recuperado una especie de gabardina gris oscura, en forma de capa. A veces la llevo con mi gorra verde y azul, la de la avioneta pintada con mis iniciales delante. Es lo más parecido a un tatuaje. 

De esa guisa sospechosa entré ayer en un "H&M" infernal y acaricié todas las braguitas que pude. Estuve buscando unas para ti. Pensaba enviártelas anónimamente dentro de un sobre marrón con una breve nota. Así, en plan psycho killer. Pero si se pierden mis cartas, dudo que te lleguen mis bragas. Imaginé que otra persona las deslizaría por tu piel hasta quitártelas, puede que la noche de fin de año, u otra cualquiera. Entonces, cambié de opinión y salí de esa especie de ensueño de encaje en el que me había sumergido. 











martes, noviembre 24, 2015

La bata de Bruce Lee



Sí, es Julio Iglesias.

Llevo dos semanas seguidas soñando con mis ex-amores. A ver a quien le tocará esta noche. Será π, será œ, será ∫, será ∂, será ø... En esos sueños me aman con locura, se les va la cabeza por mí y hacen cosas bonitas.  Y mientras me besan, yo pienso todo el rato: lo sabía, lo sabía, lo sabía, lo sabía... sabía que me amabas, ¿por qué has tardado tanto en reconocerlo? Soy una ingenua, pero lo acepto. Dicho esto, prosigo con la fotocopia de hoy.

En los últimos días han sucedido 2 cosas increíbles. O muy impactantes. Una es una cortina de flecos. La otra es mi padre.

Empiezo por la cortina de flecos, si os parece.

Al antiguo inquilino de esta casa se le ocurrió quitar la puerta de la cocina. Bueno, al antiguo inquilino se le ocurrió quitar TODAS las puertas, para ser exactos. Pero la de la cocina no la volví a poner porque pensé que ocuparía demasiado espacio. Sin embargo, la semana pasada decidí comprar una cortina de esas de flecos, de plástico, porque a menudo suelo tener los platos sin fregar y me molesta verlo. Solución: instalemos una tupida cortina.

Tras un día entero con mi nueva cortina de flecos empecé a sentir algo así como alegría, brotes verdes, pupilas dilatadas. Pasaba por debajo de la cortina una y otra vez. Me encantaba el sonido de los flecos al rozarse los unos con los otros. Me hacía feliz. Era inexplicable. En una de esas, vi la luz: cada vez que pasaba bajo la cortina yo volvía a tener 7 años, estaba en un verano de los 80's, con un tragadiscos portátil, un single de Julio Iglesias y mi vecina rubia, cuyo nombre real no voy a poner aquí. Pongamos que se llamaba Patri. La interpretábamos juntas. Yo llevaba la voz cantante. Hey, no vayas presumiendo por ahí, diciendo que no puedo estar sin ti, ¿tú qué sabes de mí? Mientras yo decía todo eso –gesticulando y tal– Patri se limitaba a bailar a mi alrededor y a mover su melena rubia, a abrir y cerrar sus ojos azules y a pasar por debajo de la cortina de flecos de aquella casa de verano. Supongo que esa canción y esa escena infantil han marcado mi vida sentimental adulta.

 Es el turno de mi padre.

Hoy estaba viendo un capítulo de Jessica Jones y




me he levantado a ponerme un vaso de agua. Qué emocionante. Entonces he visto el frutero en la cocina lleno de mandarinas y he cogido un par y me las he llevado al sofá. Inmediatamente, zas, como un rayo, he recordado que mi padre solía hacer eso cuando yo era pequeña. Levantarse, ir a la cocina y volver con los bolsillos llenos de mandarinas. Me encantaba. De ese modo se alargaba un poco más la noche. Si mi padre sacaba mandarinas, yo no me iba a dormir todavía porque siempre me daba alguna y me quedaba un rato más. Era algo así como ponerse una copa, reflexionar, despedirse del día.

En esa época, mi padre solía llevar  una bata roja con un dragón chino grabado en la espalda. Durante un tiempo pensé que se trataba de la mismísima bata de Bruce Lee.

Hoy me toca llorar, yo que siempre reía.

Martes, 24 de noviembre, 1:32 am.

Editado: para los que tenéis una cortina de flecos en vuestra memoria, aquí va la cortina del presente:





martes, noviembre 17, 2015

La foto no tiene nada que ver




He soltado las riendas unos días y el caballo no se ha desbocado. Supongo que ya me he acostumbrado a la que hace un tiempo fue mi nueva vida; por eso ya no miro más allá de las fábricas ni observo a los que pasan por la calle por la mañana como si fueran los mensajeros de algo. Desayuno en un café preferido, estudio, completo mis tareas, salgo a cenar, quedo en la parada de metro de Joanic, me apunto a un evento de makers, conozco a gente nueva cada semana, mando papeles para que me seleccionen en algo, doy clases de español y hablo de tonterías. Nada me arrastra. Todo fluye. No me pone triste la imparable llegada de la Navidad. No pierdo la cabeza

Acabo de meter una parrafada sobre soltar las riendas, sobre la tranquilidad, la conformidad. Idioteces varias. Lo cierto es que me aburre tanta coherencia. Me siento insensible estos días. No sé qué me pasa. Debo estar triste, pero como no hago más que hacer cosas buenas y beneficiosas, pues ni me doy cuenta. Hacerse bien es un puto agobio, en realidad, es como rellenar huecos con masilla. No sé ni lo que estoy diciendo. Me gustaría enamorarme y perder los papeles. Arder. Pero puede que no vuelva a pasarme nunca más porque como en las otras ocasiones he gastado tanta mecha, pues igual ya se me han agotado los vales del amor. ¿Y si no vuelve a ocurrirme?  Es terrible.  No pienso pasarme la vida haciendo cosas beneficiosas y sonriendo como si no me diera cuenta de la catástrofe.

miércoles, noviembre 04, 2015

versatile




7 cosas sobre mí:

1) Soy hija única y por eso me he inventado a otra como yo, para que me haga compañía. Historia:  Kokoschka, pintor expresionista que se enamoró locamente de Alma Mahler (sí, la esposa del compositor). Cuando lo dejaron, él  encargó una muñeca a tamaño natural a la que llamó Alma, y con la que solía ir al teatro y a pasear. Lo mío, en principio, no es tan grave.

2) Soy una melancólica a la que le gusta bailar. De hecho, no sólo me gusta bailar, me gusta mirarme mientras bailo. Las clases con profesoras de baile y espejos son mi perdición.

3) Soy de querer mucho.

4) En los videoclips de Lana del Rey imagino que tú eres la chica y yo el chico.





5) –secreto–

6) Soy cinturón verde de Taekwondo. He roto ladrillos con las manos y he visto naves en Orión.

7) Es amor si lo cambia todo.



*Nominada por: arcademonio. Yo no puedo nominar a nadie porque no leo tantos blogs como quisiera. :)

martes, octubre 27, 2015

Do y Lam, esos acordes que te sacan del mundo normal










He vuelto a usar agenda. He vuelto a escribir con bolígrafo en un papel. He vuelto a mover la mano con precisión para hacer todas esas letras, que tienen un sentido, un sentido que hemos inventado y aprendido los humanos. Descifrar los códigos y los secretos.

Hace tiempo que no escucho música. De esa forma que es dejarse llevar por la melodía, por las notas, los detalles de la guitarra, la batería, la voz, las palabras. Y hace tiempo que no escribo, de esa forma en la que te dejas llevar por lo que pasa dentro, aquí adentro, en esta caja torácica repleta de sangre y órganos vitales, que se mueven, supongo, de un lado a otro, mientras camino. ¿Los órganos se mueven o están bien anclados? Me gusta imaginarme el interior de los cuerpos, las venas como hilos que nos recorren por dentro. Soñábamos, hace tiempo, en el interior de aquella habitación.  Y se hacían realidad en nuestras bocas, cuando salían como un pez, como su hubiéramos estado un largo tiempo bajo el mar y tuviéramos dentro un banco de especies salvajes.

La última vez que toqué la guitarra fue hace un mes con un amigo. Estuvimos ensayando una canción suya, que hice mía, que contaba una historia de amor acabada o sin empezar, debería ser él quien lo especificara. Aún así, suele pasar, el narrador de la historia seguía enganchado a esa fantasía. Pues bien, no puedo quitarme esa letra de la cabeza. Creo que es una buena canción. Ese día también tocamos alguna de Anna Calvi y de Lana del Rey. Yo puedo cantarlo todo sin que me falte voz. Es un don que no me sirve para nada práctico o que dé dinero. Bueno sí, se me había olvidado que sí, que hasta ahora sí. Menudo despiste. Es como si un banquero se olvidara de que es banquero.

Pero no es lo mismo hacer música que escucharla.

No puedo escuchar música. Me cuesta. Esta mañana, en el supermercado, se encadenaban una tras otra canciones sencillas, fáciles, de esas que sonaron alguna vez en el coche, durante el verano. ¿Cuánto tiempo hace del verano? No hace meses, creo que hace años. No es un error de percepción temporal. Realmente, del verano, hace años. De cuando éramos incocentes y mirábamos más allá, como si todo pudiera estar bajo control. Ingenuidad. Nuestro control. El ascensor. Subía y bajaba. Le dábamos a los botones. Nos hacía caso. La dulzura de los ascensores. Dijo Cravan.





miércoles, octubre 14, 2015

Ser helvéticos







He llorado un poco agarrada a la barra del metro. Tal vez porque es mi cumpleaños. Una mujer me miraba con curiosidad. Soy una stripper del llanto. Esto no es un poema.


Me cuesta mucho. Todavía. Casi todo.

El exilio.

No admiro a los que no les supone ningún esfuerzo, ¿qué maldita gracia tienen?
(He soñado algo. Mierda, acabo de olvidarlo. Lo he visto en mi mente, un segundo. ¿Qué era?)

Carl me ha hecho un pastel y se ha manchado la nariz de nata. Bonito. Tal vez debería tener un hijo con él. Ser una font family, ser helveticos. No perdernos nunca.

miércoles, octubre 07, 2015

Novedad

 


Estoy volviéndome conflictiva. Quiero saber cómo me sienta. Cada día busco algún motivo para serlo. No quiero evitarlo.

Me he vuelto a enfadar por algo que pasó hace mucho tiempo. Años. ¿Quién se acuerda? El resentimiento llena mi cuerpo de raíces, brotes verdes. Y me gusta. Todo esto es nuevo para mí. 

He notado algunos cambios positivos. De momento, como es un experimento, no voy a regularlo. Luego, cuando ya sepa bien cómo funciona, haré ajustes.



jueves, octubre 01, 2015

Ciudad




Qué alegría volver a la CIUDAD. A su encanto. A las aceras sucias, a los árboles en el cemento. A los carteles mojados de las farolas. Clases de repaso. Gatos perdidos. Alquilo habitación. Busco por esta zona. Necesita medicación. Decenas de caras distintas en el vagón de metro. La mujer fuerte, de cuello ancho, que mueve los labios mientras lee en su iPad una partitura, su chaqueta roja, su bolso azul, su sombrero. Preguntarme hacia dónde irá. Cómo se llama. ¿Tiene familia? La calidez de las desconocidas. La estudiante de español japonesa que se sienta en nuestra mesa de diez y se pide un café. Y nos mira. Y no dice nada. Y fuma. Y yo le digo, Hola, ¿qué tal? No parece incómoda. Y dice, muy bien, gracias y tú. Contexto socio-cultural.


Las últimas noches en el bosque fueron melodramáticas. La luna llena nos afectó a Carl y a mí como antaño. Pero ya han pasado. Hemos sobrevivido. Y ahora calma y lluvia. Y felicidad vergonzante. Y esta sensación, otra vez.

lunes, septiembre 28, 2015

Hemos vuelto a casa.
Carl a la suya y yo a la mía.
Qué bien voy a dormir hoy...
Abandonamos el bosque. Ya empieza a hacer frío por las noches.

viernes, septiembre 25, 2015

¿Quién es?






–CARL, ya sé que es lo que busco. Quiero encontrar a LA PERSONA que habla en esa grabación titulada "El videoclub".


(Carl garabatea algo en un papel y me lo enseña.)











–Era yo.


 

jueves, septiembre 24, 2015

Refugio

Son las dos de la madrugada. Ha empezado a llover en el bosque. Una tormenta feroz. Un lobo con chubasquero rojo. Carl se ha refugiado en la avioneta conmigo. Estamos aquí, los dos en silencio, viendo cómo las gotas se estrellan en el cristal. Me gustaría abandonar esta sensación de provisionalidad. Adaptarme.

El teléfono está comunicando. El otro día pensé en eso, en lo curioso que es que se diga "está comunicando" a cuando alguien tiene el teléfono ocupado. La persona se está comunicando, pero con otros.

Le he dicho: Carl, empieza el otoño, esto cada vez se va a poner peor, vamos a tener que abandonar el bosque y volver a casa. El lunes, después de la ciudad, me estaba esperando con el bañador puesto  y la toalla al hombro. Estuvimos nadando en la playa y secándonos al sol. En  el mar había más agua que otras veces. Con diferencia, es el lugar en el que me siento mejor. Como si nada importara ni contara. Luego compramos un pollo a l'ast y nos lo comimos en el bosque, como aquella vez en Londres, en las escaleras de aquella casa.

Tengo la cabeza llena de imágenes.

Se me cierran los ojos. Quiero mucho a Carl.

sábado, septiembre 19, 2015

El muro






Carl y yo hemos construído un muro invisible, pero grueso, para los fines de semana. Nos mantiene a salvo de algo desconocido que no sabemos si es bueno o malo. Nos encantaría atravesarlo, pero ninguno de los dos está dispuesto a arriesgar la esperanza sobre lo que hay detrás del muro. Al ser transparente, lo vemos todo; la noria, los auto de choque, etc. A veces lo entendemos y a veces no. Ambos sabemos que lo que hacemos no va a llevarnos demasiado lejos. Incluso, nos preguntamos quién de los dos inventó a quién. ¿Yo a Carl? o ¿Carl a mí? Tenemos que irnos...

En nuestro territorio cercado no hay demasiado qué hacer. Hoy hemos estado tirando piedras al río y contando las veces que rebotaban en el agua. He ganado yo.

Hay mucho ruído detrás del muro. Suele ser provocado por humanos; risas y conversaciones, a veces discusiones, riñas, peleas, lanzamiento de dados. A este lado, soy yo la que inventa las palabras porque, como ya sabéis, Carl es mudo.

Un día escuchamos música en el otro lado. Nos pusimos a llorar. Carl primero. Yo después. En mi caso, la música se me metió por dentro. Recordé algo de mi infancia, un concierto de country, o así aparece en mi mente. Estábamos en la montaña. Yo correteaba alrededor del escenario con mis amigas. Había bombillas de colores y mucha comida. Estábamos jugando al escondite y era divertido.

El viernes visité a mis antiguos alumnos y, al verme, hicieron una especie de baile de celebración a mi alrededor. Como una tribu. Algunos me abrazaron.  No esperaba tanto cariño. Estuve pensando en ello toda la tarde. Y esta mañana. Y ahora. Regresé con ganas de llamar a CB porque es la única persona que podría comprenderme. Pero ya no está.

Recuerdo cómo eran los que ya no están. Luces. Atardecer. Hace mucho tiempo ya de todo. De todo.

–Tenemos que irnos, Carl, pero no consigo ver hacia dónde. Nuestro invitado nos está mirando. Nos dice que no con la cabeza. ¿Nos está amenazando?

domingo, septiembre 13, 2015

La rueda de la vida




Volver a engancharme a la rueda de la vida creo que me da miedo por si no se cumplen mis expectativas. Es como cuando saltabas a la comba de pequeña -lo odiaba, estrés- que tenías que calcular el momento justo para no darte con la cuerda y luego, una vez dentro de la rueda, saltar y saltar y saltar, hasta que la cuerda volvía a trabarse entre los pies. Qué cansancio, ¿no? Tengo la sensación de llevar dos años haciendo eso. Metiéndome en la rueda y fallando, metiéndome en la rueda y fallando, metiéndome en la rueda y fallando (a ver, ya sé que "follando" sería lo ideal, pero tenemos un conflicto de vocales).  Y así todo el rato. Por eso me apetece dormir. Me estoy tomando unos días de ¿reflexión? Oigo a unas niñas cantar mientras dan la comba, "ven, Paola, ven a la rueda..." pero me da mucho miedo. Otra vez no, pienso, otra vez no, dejadme en paz. Ya hago todo lo que puedo. Me dais muy mal la comba: bajita, rápida, torcéis la cuerda... así no se puede jugar a nada. 



viernes, septiembre 11, 2015

Un invitado especial





No vamos a poder escapar, Carl. Esta vez no miraremos hacia otro lado.

Tampoco podremos luchar para mantenerlo alejado del bosque ni de la ciudad,  siempre acaba entrando.

Hay puertas mal cerradas, rendijas, ventanas, campo abierto, demasiados árboles.

Propongo invitarle a desayunar. A comer. A cenar. Vamos a decirle que se quede, porque es lo que quiere. No va a parar hasta que lo consiga. Cuando nos acostumbremos a su incómoda presencia, se irá.

Propongo que volvamos a casa, cada uno a la suya, que dejemos de escondernos en el bosque. Propongo que el dolor sea nuestro huésped. Nuestro invitado. Hasta que se canse.

Prohibido gritarle. Prohibido envenenarle la comida. Prohibido tratar de encerrarlo en el armario de los trastos. Prohibido emborracharlo en fiestas para ver si podemos salir corriendo en cuanto no nos vea.  Prohibido ponerle otro nombre.

Cuando llegue le liarás un cigarrillo y le servirás una taza de café.  Yo le haré las preguntas.  ¿De dónde vienes? ¿Por qué estás aquí? ¿Hasta cuando te quedas? Todo eso que queremos saber sobre el dolor, Carl.

Probablemente no nos conteste. No suele decir ni mu, por lo que yo sé no le gusta hablar demasiado. ¿Sabes? Es como tú. Es mudo. El dolor es mudo.

¿Carl?





miércoles, septiembre 09, 2015

Otra persona

Acabo de perder un amor. Bueno, ya estaba perdido, pero siempre hay esperanza hasta que te dicen "estoy con alguien". Otra persona. Con ojos, orejas y labios. Y una vida. Una profesión. Una voz. Otra persona. Cuando te dejan de querer es como si se murieran sólo para ti y siguieran viviendo para otros. Para otras personas. Es como estar a los pies de una noria luminosa, pero sin ticket para subirte en ella.

Otras personas. Con manos, cuello, pies, ideas, palabras. Otras personas. La complejidad de las personas. Con infancia, como yo. Con alguna manía, como yo. Otras personas.

Acabo de recordar que hace una año quería casarme.

Por otra parte, ya no es necesario que mande mensajes en código morse.

He despertado a Carl en cuanto me he enterado de la pérdida. He agradecido que sea mudo, para que no pudiera decirme tonterías como "ella se lo pierde", "ya conocerás a alguien", "tú eres maravillosa". Osa, osa. Otra persona. Carl se ha limitado a darme pañuelos de papel y ha encedido una hoguera mientras yo le daba patadas a un pobre tronco del bosque. Son las dos de la madrugada. Quién no se haya sentido alguna vez así, no es persona. Otra persona.

Esta mañana he estado nadando en la playa. La he nadado toda y luego he vuelto. ¿Cuánto mide la playa? ¿Un kilómetro? No me canso de nadar. Me canso de otras cosas, pero no de nadar. En la playa había otras personas. Todas esas personas.

Estaba inquieta. La luna llena siempre trae algo que estaba escondido. Lo saca a la luz días después. Sentía una tristeza pero no sabía de donde venía. Había recaído, incluso, en viejos malos hábitos. No se puede confesar la tristeza, la gente huye como de una enfermedad contagiosa. Menos Carl. Que es un valiente sin palabras. Nos volcamos con los males de los órganos vitales, pero no con los del alma. Es un sálvese quién pueda.

Vuelta a empezar. Carl me está mirando. Intenta hacerme reír. Me abraza torpemente. Temo que esto le afecte. Que esto descompense el equilibrio que habíamos encontrado en el bosque.

Tengo viajes pendientes a la ciudad. Es donde sigue la rueda de la vida. Los planes de presente, los planes de futuro. Todo eso que ahora parece una distracción absurda.

Carl se está quedando dormido. Tiene 21 años. Pobre chaval. Pobre persona.



sábado, septiembre 05, 2015

Página doblada: lo indispensable




Lo indis-pensable


HAN PASADO ALGUNAS SEMANAS desde la última vez que hablé. Me he acostumbrado al silencio, en parte por Carl (luego hablo escribo sobre él, o mañana). He logrado reparar la avioneta gracias al curso How to Fix your Plane. Muy bueno, lo recomiendo al 100%. Vale la pena, en serio. Si alguna vez os halláis en la situación en la que yo estaba –estrellada y perdida– me escribís un e-mail y yo os doy el contacto. Así de simple.


Se encienden los motores de mi avioneta y puede volar. ¡Ya puedo irme a mi casa! Sin embargo, me siento tan a gusto en el bosque que me ha tocado, que he decidido quedarme a dormir en la cabina durante un tiempo. Aquí las noches son límpias, huelen a jazmín silvestre. Casi no echo de menos a nadie. En parte porque estoy trabajando mucho.

De vez en cuando bajo a la ciudad a conectarme  porque estoy colaborando en el proyecto Sherlock Holmes and The Internet of Things y necesito comunicarme con mis compañeros de equipo, los
221B - Baker Street Team. No nos conocíamos de nada hace tres semanas, pero ya tenemos un código común de bromas varias. Nos coordinamos muy bien, incluso viviendo en distintas granjas horarias. Con gallinas, vacas, minutos, horas, todo eso.

A Carl le conocí en el bosque un día que descubrí que había una playa cerca. Tiene 21 años. Es mudo y  un chico increíble. Lo dice todo sin palabras. Nos miramos y ya sabemos todo lo indis-pensable. Nadamos juntos hasta agotarnos. Sin connotación sexual. Su accidente fue haciendo parapente. Por las noches jugamos a poker apostando paraguayos, hojas de laurel y latas de atún. Es mi amigo y nos sobran las palabras. Pero en el fondo, ambos anhelamos tener un amor no unilateral. Queremos un amor de doble dirección. Yo te quiero a ti y tú me quieres a mí. Parece sencillo.


Me pica el cuerpo. Creo que tengo una alergia. 








martes, agosto 11, 2015

Lentificar existe





Los viernes no tengo clase, tampoco los findes. Por eso decidí irme tres días a las casa del videoclip musical. Ha cambiado un poco desde la última vez.

Ya no tiene música. Es un videoclip silencioso. Tampoco hay bañeras con luz de atardecer ni miradas selva. Ahora es un lugar para dejar brotar todo lo que se ha plantado. Para darse un chapuzón en la playa por las mañanas y nadar a contra corriente. Para disfrutar de la soledad.

La casa del videoclip mudo no está en ningún lugar. Bueno sí, está en ningún lugar de hecho. Facebook no localiza ese ningún lugar y por lo tanto no puedes decir "he estado aquí con mi amigo Salomón". A nadie le importa lo que has hecho en la casa del videoclip. A nadie le tiene que gustar.

Pero yo lo voy a contar. Estuve leyendo el guión de "Persona". Apenas recordaba la película, únicamente algunos detalles. También bebí vino blanca. O sea, blanco. Encendí algunas velas. Traté de contar estrellas. Agradezco seriamente al cosmos, también conocido como universo, poder hacer todas esas cosas en calma, con paciencia. Escribo, imagino, toco. Estoy ahí.

Como no deja de ser un videoclip, hay lugares en los que vas como a cámara lenta, y es una cosa que me fatiga, la verdad. Por ejemplo, en la cocina. Pereza infinita hacer unos espaguetti a la bolognesa así, me lentifica. O pasar la página de un libro y tardar tres segundos o que el flequillo rebote hasta cinco veces en mi frente cuando me siento en la tumbona. Voy a tratar de parpadear.

jueves, agosto 06, 2015

Cómo arreglar tu avioneta




Han dejado en el parabrisas de mi avioneta estrellada una propaganda de un curso. Harta de esperar un rescate en el bosque, he decidido apañármelas yo sola.

Siguiendo el río, he llegado hasta al mar. Y del mar, a la ciudad. En la otra cara del folleto había un mapa dibujado con las intrucciones necesarias para dar con el lugar. Me he plantado allí a las 11 de la mañana. El director de la escuela me ha atendido amablemente en su despacho. Es bajito y tiene las manos regordetas. Un amor.

Es un curso intensivo. Me han prometido que adquiriré los conocimientos necesarios para poder arreglar la avioneta.

De nuevo en la ciudad, con sus edificios, sus ventanas cuadradas y sus aparatos de aire acondionado, me he sentido feliz. Jamás pensé que un accidente me devolvería la vida.  He comprado salchichas, pan y fruta. También he estado en una ferretería. De vuelta al bosque, al atardecer, las he cocinado en una sartén que me han regalado con el cámping gas.

Bajo las estrellas enciendo mi linterna y escribo en mi cuaderno. Hacía tiempo que no me sentía tan alegre. Puede que hiciera un año.

Me pregunto si en alguna respiración se acordará de mí.

Quiero ser poeta. Y escribir poemas.








jueves, julio 23, 2015

The trout


Break on trout to the other side, break on trout to the other side, yeah


Los días son largos aquí. En la guantera de la cabina he encontrado un paquete de tabaco de liar y papel de fumar. El fuego lo hago con dos piedras.

Hoy he pescado una trucha y no sabía qué hacer con ella. En principio, mi intención era comérmela, pero le he puesto un nombre, Virginia, y la he devuelto al río. He estado a punto de enamorarme. Un futuro juntas, joder. Un día en Portugal. Planear unas vacaciones.

He continuado andando, buscando comida aquí y allá, y he encontrado una ensalada verde con espárragos y tomatitos cherry. Estaba escondida detrás una piedra. Una piedra que podría haberme matado, pero no ha sido así. He caminado despacio, rodeando a mi presa, con los brazos abiertos como los luchadores de sumo. Cuando me ha parecido que los espárragos miraban hacia otro lado, me he abalanzado sobre ella. La ensalada tenía una bolsita con aceite y vinagre. El bosque es imprevisible.

Me he lavado la ropa y la he puesto a secar al sol. Me he sentado desnuda a esperar y he recitado versos de Mary Spencer. He estado reflexionando acerca de la vida de la poeta. ¿Por qué dio ese giro? ¿por qué vino a España, entró en Decathlon, compró una tienda de campaña y se fue a Las Negras? En el prólogo de Joaquim Monts sobre su obra (el único libro que yo llevaba en mi avioneta la noche que me estrellé) trata de explicar el misterio de su poema más aclamado, The Leash, y deja muy claro que "la poeta jamás había ido de cámping". Hasta ese momento, claro. "Mary tenía una fobia horrible a los mosquitos, tal vez provocada por aquel turbio asunto durante su infancia en Illinois, aún así, en Las Negras, Mary fue una campista ejemplar."

The leash in your legs
The leash in your mouth
The leash in your eyes
But I'm who is captive.

(Mary Spencer, Las Negras, Almería.)

Con la ropa seca y lista para volver a ensuciarla, he mandado un mensaje en código Morse, por si alguien lo recibe, pero me temo que no, que el mundo ya es otro.

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miércoles, julio 22, 2015

El agua del bosque







Soñé que había vuelto a casa, que atravesando el bosque había llegado hasta una carretera muy David Lynch, que una camionero me había dejado en la estación de tren, que ahora era mi amigo en Facebook, y que horas más tarde yo estaba en mi cama con insomnio.

Parece ser que nada de eso fue real. Sigo en la cabina de mi avioneta con el parabrisas roto y atravesado por la rama de un árbol. En la rama hay un desfile de hormigas.

Otro día soñé que había llevado a una amiga al aeropuerto del Prat. Que mi amiga volvía a su casa, a Los Ángeles, que Los Ángeles era una ciudad en la que hay muchos coches. Que nos habíamos emborrachado con sidra en un bar. Horas más tarde, en mi sueño, estaba en Ikea comprando un mueble y me reía de todas las parejas que creen saberlo todo acerca de decoración o acerca de su nueva vida. Si ponemos esto aquí y compramos aquello nos ahorramos esto y ganamos espacio. Qué ilusos. Siento vergüenza con ese tipo de conversaciones. Creen saberlo todo acerca del amor.

Otro día soñé que la soledad no era mala.

He descubierto una cascada. Me baño desnuda. Acaricio mi cuerpo y siento que es bonito.

domingo, julio 12, 2015

DE VUELTA A CASA

De vuelta a casa y con insomnio. 

Tras el accidente con la avioneta estuve mandando mensajes en código Morse. Identifiqué a Venus y Júpiter en el cielo brillando  al anochecer. La primera vez me pilló por sorpresa su desaparición. La segunda noche estuve observándolas hasta que dejaron de brillar. Quería captar el momento justo en el que, de pronto, parecían apagarse. Y así fue. Un instante extraordinario que me conectó con el Universo. Noche tras noche aparecían y desaparecían, y yo estaba allí para verlo. Era una compañía extraña.

Decidí dejar la avioneta. No podía recuperarla. Tal vez vuelva a buscarla dentro de un tiempo.

Me adentré en el bosque y llegué hasta una carretera muy David Lynch. Tras varias horas esperando junto a una cabina telefónica, que no pude usar porque no recordaba ningún número de teléfono de memoria, pasó un camión cisterna. El conductor, al verme, paró y me llevó hasta la estación de tren más cercana y me dejó dinero para comprarme un billete. Lo he agregado a Facebook. Me dijo que tenía una sobrina lesbiana y que podíamos hacer pareja. Decidí permanecer en contacto. Nunca se sabe. Pero todavía no estoy preparada para volver a enamorarme. Todo acaba siendo una bella mentira.














lunes, junio 29, 2015

EL NOMBRE DE LA AVERÍA

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(!) Traductor Morse

sábado, junio 27, 2015

VISIONES


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(!) traductor Morse

(+) colabora con la aviadora


viernes, junio 12, 2015

Último mensaje recibido









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jueves, junio 11, 2015

FOTOCOPIA: OLAS


Lia Rose covers "Excuses" by The Morning Benders from Something Else Productions on Vimeo.


Hay olas y todo parece empezar de nuevo. Los de las tablas se caen una y otra vez, pero es muy emocionante verles deslizándose como si la ola fuera a durar eternamente. Saben que no. Son pura fantasía. Espero que pronto se calme el mar y yo pueda sostenerme en la tabla sin que se me olvide el remo al ponerme de pie. Las tormentas de primavera, las tardes se ponen de un feo bonito. Creo que estoy encontrando algo o descartando.


viernes, junio 05, 2015

FOTOCOPIA: en los números del euromillón




Tú en la resina de los árboles,
en la sal que agrieta los labios,
en el otro pasillo del supermercado,  
en la última tarde frente al televisor, 
en los autobuses que oigo desde mi cama.


Tú en las páginas de aquel libro de la facultad 
"Lo Sagrado y lo Profano",
de Mircea Eliade,
Editorial Paidós.

Tú en el jersey rojo de Jane Henderson, 
en el mostrar imágenes de las aerolíneas low cost, 
en las palmeras de Barcelona'92, 
en las picadas de mosquito en la selva, 
en las naves en llamas más allá de Orión.


domingo, mayo 31, 2015

FOTOCOPIA: La bomba anatómica



Ayer, cuando volvía a casa, y todas las calles se parecían a otras, me di cuenta de que habías sido verdad.

Me dolió tanto lo real.

Me di cuenta de que tienes un cuerpo con órganos dentro. Pulmones, hígado, riñones, corazón, arterias, intestinos, huesos... y, resumiendo, sangre alrededor. Y que habías caminado con todo eso a mi lado. Todo eso tan cierto. Todo lo que sale en las radiografías cuando te haces daño o cuando te duele algo, todo lo que un médico ve a contraluz. Todo lo que es indiscutible. Lo tienes y es verdad.

Luego pensé en tu voz, que con esa voz me hablabas. Un timbre que puede que se parezca a otro, pero no es exactamente igual, es imposible. Y que tu voz, única como la mía, tal vez estaría hablando en ese momento, vibrando en alguna frecuencia. Pero yo no la estaba escuchando a pesar de desearlo muchísimo. Tu voz en algún lugar al que se puede llegar seguro, porque cualquier lugar es una coordenada en el espacio. Yo podría llegar. Yo siempre creo que puedo llegar.


Todo era muy real.

Mis costillas, mis glandulas de nosequé, mis células y mis homoplatos... pensando en ti. Como si tu esternón estuviera hecho de coral.

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Voy a recordar a mi querido Jeff Buckley, que me gustaba tanto de adolescente. Qué bueno era.










viernes, mayo 29, 2015

Fotocopia: esa sensación.


Esa sensación de que Google ya no encuentra lo que estabas buscando.
O esa sensación de estar frente a Google y no saber qué buscar.

miércoles, mayo 27, 2015

FOTOCOPIA: Cosas imprescindibles





4 bragas
2 cuerdas
1 linterna
3 camisetas
2 pantalones cortos
1 pijama
1 tienda de campaña
1 sartén
1 navaja
1 caña de pescar
1 fuet
1 cantimplora.

Esa es la lista de imprescindibles que mi madre encontró ayer en una libreta que escribí cuando tenía nueve años.

Aquello era todo lo que calculé que necesitaría para vivir un año entero en mitad de la montaña. Era mi objetivo. Lo había visto en una película dentro de la clase de Ciencias Naturales y yo quería ser como el protagonista.

El plan era vivir dentro de una cueva (una que se suponía que encontraríamos en el bosque) con mis amigas Elena y Silvia. Conseguí que se entusiasmaran con la idea. Una vez convencidas, les dije que todo aquello tenía que hacerse bien y que debían comunicarlo en sus casas. Yo siempre dentro de la legalidad.

Así que Elena y Silvia hablaron con sus respectivos padres y respectivas madres y, claro, pusieron el grito en el cielo. Silvia y Elena los presionaban diciéndoles que mi madre me dejaba ir. Y era verdad. Mi madre me dejaba ir a vivir a la montaña durante un año.

Desafortunadamente, Elena y Silvia no pudieron tramitar la visa para irse a vivir un año entero a la montaña dentro de una cueva. Así que pasamos al Plan B: ellas tenían que escaparse. Lo teníamos todo previsto. Íbamos a coger un autobus nocturno que nos llevaría a la estación de tren. Proyecté tan bien toda aquella fantasía que en mi mente veo la luz helada y fría del autobús iluminándonos las caras de madrugada. Para nosotras, niñas de barrio en Barcelona, lo más  Naturaleza que conocíamos era el Montseny, así que aquel era nuestro destino.

La idea no era resistir todo un año con 1 fuet, nuestro proyecto se basaba en comer raíces y pescar en el río. Mi fuet era para el viaje, lo recuerdo perfectamente.
El otro día le pregunté a mi madre que por qué hizo que creyera que me dejaba ir, que por qué me animó a ello. Me contestó que no valía la pena quitármelo de la cabeza, que era tan sólo una ilusión.

Creer que es posible otro lugar, pero quedarme en la fase de hacer la lista...




sábado, mayo 23, 2015

Fotocopia: A la deriva



Me siento a la deriva. Llevo tres días en los que me cuesta mirar hacia el futuro. Aún así, el presente me sorprende cambiando las sábanas de mi cama. Abriendo el buzón y encontrando un postal de Madrid. O viendo películas que me rescatan por unas horas. Me pasó con Night on Earth hace un par de tardes. Debo decir que a Jim Jarmusch lo he bautizado como el director de las siestas de culto, las que me pego cuando me pongo alguna de sus pelis, pero son siestas interesantes, de esas en las que no quieres cerrar los ojos, no quieres rendirte, pero te vas quedando grogui y escuchas frases lejanas, algunas imágenes de la pantalla se entremezclan con un sueño a medias, incluso con algún recuerdo, y la banda sonora se vuelve onírica. Pero viendo Night on Earth me mantuve despierta, como si fuera yo una taxista más en la Tierra y quisiera que alguien me contara mi propia historia.

Me gustaría hallar esperanza en un cambio político, como tantas personas que verdaderamente creen en ello y se involucran. Me dan algo de envidia. También los que tienen un hobbie obsesivo o un equipo de fútbol. Les deseo a todos lo mejor.

Seguramente, si le cuento todas estas cosas al médico me enchufará antidepresivos y ansiolíticos. No se puede estar triste unos meses, mucho menos una temporada larga. 

El miércoles fui a un meetup para practicar inglés y me di cuenta de que el ser humano monta verdaderas tapaderas para ligar. Con cena gratis incluida y cerveza a buen precio. Todo subvencionado por una academia de inglés. La única otra vez que fui a un intercambio de idiomas también había quedado con E, que se había equivocado de azotea y estaba en otra, y tenía que atravesar cuatro millones de manzanas para llegar a la azotea correcta; así que me relajé y me pedí algo de beber y me senté de espaldas a todo el mundo, pero desde la ventana tenía un vista increíble de rascacielos y demás. Escribí un postit, bastante esperanzador, sobre el sentido de las ventanas en nuestra vidas. Lo dejé en medio del cristal y a nadie le sorprendió. En estas que vino una japonesa a sentarse a mi lado, y a pegarme la chapa. Era buena chica, creo que la tengo en Facebook pero no nos hemos vuelto a decir nada más en años. Me contó que estaba trabajando de babysitter y que la familia que le había tocado eran unos gilipollas. Pero allí estaba ella, sonriente. Luego se añadió otra chica, autóctona de la metrópolis, que quería conocer gente de aquí y de allá y llevarnos a todos de paseo por los barrios. Así que mi intención de un meetup en soledad se desvaneció por completo. Fin de la historia.

He vuelto a poner mis libros en las estanterías. Los tenía todos en cajas, porque hice un simulacro de mudanza hace ya algunas semanas. Los recuerdos que van tras ellos me duelen, pero no puedo desprenderme de ellos porque forman parte de mí. Ayer lloré con una canción de Camarón que me pasaron por mail. Necesito un ángel de la guarda. O yo que sé. Mi vecino acaba de ponerse a tocar la flauta. No, no me refiería a eso, universo.






miércoles, mayo 20, 2015

Fotocopia: Luces en la pared


Luces from QueMalaSoyDosificandote on Vimeo.



Lleva toda la tarde lloviendo. Desde aquí, a veces oigo las bocinas de los barcos. Los imagino grandes, lejanos y  llegando a puerto o marchándose.



Es de noche y todavía sigue lloviendo.

El otro día me desperté temprano y en la pared había una luz que cambiaba de forma. Fue la primera imagen del día. Era la luz del sol. Fuera hacía viento y los árboles se agitaban.

En realidad, no veía ni los árboles ni el sol en sí, sólo el reflejo en la pared, en medio de la oscuridad. Vivirlo todo en primera persona hace que algunos instantes parezcan una señal confusa.

Me levanté y salí a desayunar. Era muy pronto y no había nadie en la calle, la Via Layetana estaba desierta. Los edificios majestuosos, más que cuando hay gente. Bajé en bici por en medio de la avenida. Iba a hacer calor pero el aire de la mañana todavía era fresco. Todas las tiendas estaban cerradas. Ciudades vacías. Soy una persona corriente.

Me senté en la barra de la churrería. Pedí un chocolate con porras. Como no quedaban, hicieron más. La pasta blanca se sumergía en el aceite. El churrero había estado enfermo durante un tiempo; todos los que entraban, que parecían habituales porque no necesitaban especificar que querían para desayunar,  preguntaban si ya se había recuperado. Yo no sabía de qué iba aquello, pero me pareció que era una persona querida por todos. Yo miraba y miraba, queriendo saber. Cuidado que queman.

Pensé en qué sería de la churrería cuando se jubilara él; pensé en que me gustaría tener una churrería, como si fuera un hijo, pero de porras y chocolate. Algún día nos iríamos de vacaciones a una casa cerca del mar. Mi hijo churrería y yo. En Portugal. Nada de viajes largos.

Le dije adiós cuando me marché. Era un buen hombre, con un corazón inmenso, se le notaba en algo, no sé. Yo estaba allí como caída del cielo, o de la cama, y me sentía como un ángel en pantalones cortos y camiseta. Más tarde, no recuerdo bien lo que hice.







sábado, mayo 16, 2015

Fotocopia: Enganchada al karaoke

Dame un beso


Se ha vuelto a repetir ese momento en el que las cortinas se mueven con el aire que entra de la calle. Cada año escribo sobre ello.

Es una imagen que me encanta. Me transporta a la primera vez que me di cuenta de ello.  Yo estaba en mi antigua habitación, en casa de mis padres. 2003. Era primavera. Por la tarde. Las cortinas se movían. Y soñaba con visitar muchas ciudades, las que salían en las canciones y en las novelas. En algunas ya he estado y han habido momentos de soledad. Es ligeramente bonito.

He descubierto una aplicación de karaoke y me paso el día cantando. Soy como Bill Murray en Lost in Translation. Esa reverberación, ese eco, la luz de la pantalla, esa especie de deriva sin ton ni son. He puesto fotos y recuerdos en las estanterías de amores que tuve. Pruebas físicas o imágenes.

Scarlet Johansson me recuerda a Chile. Debo ser la única persona en el planeta que la asocia con el fin del mundo.

Hace tres meses era una profesora válida para ejercer mi trabajo, incluso era buena. Ahora no cumplo los requisitos porque no tengo el Advanced. Es como cuando lo dejas con alguien, que el día anterior te puedes besar, pero al día siguiente, ya no. 

Me he propuesto empezar a ser coherente y consecuente a mediados del verano.


domingo, mayo 10, 2015

Fotocopia a semi-color: intensita

La semana ha sido intensa. He tenido grandes dosis de sociabilización y, como siempre, luego tengo resaca de conversaciones y momentos.

El viernes fui feliz en el concierto de Grupo de Expertos de Sol y Nieve. Creía que me iba a traer recuerdos, pero lo cierto es que lo pasé muy bien, aunque tuve la cabeza en otra parte, alta ingeniería de puentes, canales y caminos imaginarios. Esa cajita que a veces abro y me pone en contacto con la fuerza del amor universal. Y yo sigo esperando que venga un tiempo mejor.

Ayer tarde, mientras tocaba Ultraplayback en mi barrio, sentí que el tiempo volvía a plegarse, y los ecos de 2004 llegaban como si fuéramos a morir todos y viéramos pasar nuestra vida a cámara rápida. 

Auguro un bloqueo mental general de flea markets y food trucks en Barcelona, seguido de un agujero negro con gusano sideral en el universo y ceguera generalizada. De gafas de sol, de cortes de pelo y bicicletas fixie. De dj's matutinos y de tarde. Son desvíos, caminos cortos. Parches contra la ansiedad ignorada por la masa. Basta ya. Quiero bares manolo o cafetería montse (granja montse) y fotos descoloridas de platos combinados. Un bocadillo de pan normal. A veces me parece todo demasiado artificial, me m(s)iento sumergida en esa superficialidad. Es guay (no se puede decir guay ya porque es como cuando los padres decían chachi) es #wow estar con gente y tomar cervezas, pero todos tenemos un hueco en el estómago, un agujero; veo a todo el mundo como una rosquilla humanoide.

Me sentí optimista tocando el djembé en un parque con un grupo de personas desconocidas. Me recordó a una película que vi hace ya un tiempo, sobre un profesor muy serio, que iniciaba una amistad con un percusionista y éste le hacía descubrir aspectos de su personalidad que desconocía y a su vez le hacía tomar consciencia (y conciencia) de una dura situación. No recordaba el título pero he puesto cuatro datos en google mal escritos y lo ha acertado. Llegará un momento en el que google te dirá donde tienes aquella camiseta que tanto te gustaba y no sabes dónde has puesto, aml escrto. El título de la película es The Visitor.


Ayer noche asistí a un concierto de Los Planetas vía WhatsApp y fue emocionante. La virtualidad está cambiando nuestro cerebro, a mí me provoca la misma sensación que una puesta de sol verdadera. La misma alegría. La misma distancia. Hubiera cogido un autobús a Granada en ese momento pero no pasaba ninguno por delante de mi casa en Barcelona. Quiero hacer todas esas cosas. Cambiar el mundo. Cambiar el mapa de autobuses y los horarios. Diluir las comunidades autónomas y los oceános. YoPuedo.

Hoy he decidido pasar el domingo sola. He estado tocando la guitarra. Estoy componiendo una canción de amor que me encanta, sobre todo porque en la letra mezclo conejos con unicornios y con teléfonos. Puede que no se la enseñe a nadie. Voy a cocinar. Coño, ya son las tres 51. Voy a cocinar igualmente.

miércoles, mayo 06, 2015

Fotocopia: lo mental en físico y lo físico en mental

“—Escale una pared.
—¿Qué?
—Ha topado con una pared, ahora escálela: literalmente.
Lusardi abre su libreta, consulta algo y anota un par de números de teléfono.
—Ellos le enseñarán.
—Muy divertido.
—Hablo totalmente en serio. Haga físico lo mental y mental lo físico, y mejorarán las cosas. No puedo hacer que se sienta mejor. No tengo esa facultad.
—Si yo fuese pariente suyo, ¿qué me diría?
—Le diría que necesita hacer algo; le diría que lo intente todo. Tiene que volver a la vida. Ni siquiera espere a mañana, empiece ahora mismo, vuelva a comenzar en cada momento. ¿Usted cree en algo?”

A. M. Homes. “Este libro te salvará la vida".

Convertir lo mental en físico y lo físico en mental. El sábado fui en busca de caminos físicos; en mi mente no sé distinguir entre los verdaderos y los falsos. Lo meditado y lo impulsivo. He comprado fruta. Soy un perro asustado que cruza pasos de peatones sin mirar. Que come sandía.

Recorrí 12 km, algunos de ellos corriendo. Cuando corro, todo el tiempo estoy pensando en si debo parar. En si es suficiente ya, en si mi cuerpo está cansado o es sólo una vaga sensación. Sólo era capaz de correr relajada cuando lo hacía descalza sobre el tatami del gimnasio. Aquello era otra cosa. Bajo la mirada atenta de nuestro maestro coreano de TKD. Aquella persona que corría a mi lado durante todas esas tardes, todos esos años, tiene otra vida ya, hay tantas cosas sobre ella que desconozco, que ya no puedo imaginar ni suponer ni especular...

Recuperar a personas de hace mucho tiempo, de antes de antes, me sumerge en otra piel. Estoy tan solo a mensajes de whatsapp luz de mí. Intento reconocerme.


En un punto del trayecto vi un rebaño de ovejas. Una se había separado del grupo, podría decirse que se desmarcaba. Pero ¿para qué? Para hacer exactamente lo mismo que las otras pero en otro lugar. Reflexioné sobre ello. Tratamos de ir en otras direcciones pero, al final, todos necesitamos lo mismo.



Me tumbé bajo la sombra de un árbol. Me pareció un buen lugar para descansar. Estuve mirando el sol a través de las ramas. Era bello y fugaz. Como tantas cosas que ahora recuerdo al describirlo. No se las cuento a nadie. Solo podría hacerlo omitiendo palabras. Pasó Cometa Halley por mi mente. Traté de no mirar fijamente para que no me deslumbrara.

Sentí que no tenía una buena razón para dejar mi piso de alquiler. Que lo decidiría más adelante, cuando la tuviera. Llamé a la propietaria y le dije que no me iba. Di marcha trás. De momento, no hay mudanza. Siguen las dudas. No tengo ni idea de lo que estoy haciendo. Llevo así más de 790 días. Visto así, parecen pocos.




Ha sido una semana llena de pequeños acontecimientos que han acabado explotando con la luna llena.





sábado, mayo 02, 2015

Fotocopia: Detonantes



La decisión de dejar mi piso e irme de viaje fue fruto de una iluminación al despertar. Supongo que el subconsciente todavía seguía activo. No lo sé.

Pero hubo otro detonante. Coincidió con un proceso de mantenimiento de las vigas de madera. La propietaria decidió hacerlo y a mí me lo comunicaron por teléfono una semana antes. Pensé que era genial tener una casera tan cuidadosa. Yo todavía no sabía que siete días después decidiría mudarme, si no le hubiera dicho que esperara a que yo me fuera. No tenía ni idea de lo que iba a pensar una semana después. Creo que hace años no me pasaba esto. Yo no cambiaba de plan así como así. Había una estructura.

El operario que me llamó por teléfono me dijo que tenía que recoger toda mi ropa, mis libros y los objetos frágiles. Pensé en guardarme a mí misma.

Hice cajas. Aquel proceso me confirmó que aquello estaba siendo una mudanza encubierta. Una señal. Y ahí se desencadenó todo.

He vuelto a mi casa después de más de 48 horas, tal y como me dijeron. He entrado y estaba todo destartalado. Los muebles amontonados, la cama de pie apoyada en la pared, las sillas y la mesa en la terraza, el sofá en un sitio que no era el suyo. Una lámpara rota. Un parte de incidencia de lámpara rota que en teoría tiene que pagar el seguro. El suelo asqueroso. Mi póster de los Goonies arrugado (ya me advirtieron que con el de París Texas ligaría más), debajo de un montón de cosas. Mi territorio hecho trizas. Yo no lo dejé así el martes.

He abierto las ventanas para seguir el protocolo. Tenía que estar al menos cinco horas ventilándose. Y me he bajado a la calle.

Al salir de la portería, uno de los chicos pakistanís del supermercado me ha saludado con una sonrisa de oreja a oreja. En todo este tiempo jamás me había dado los buenos días, y menos tan efusivamente. Joder. Me ha dado pena. He pensado que justo ahora que me iba me integraban en su comunidad.

Me he comprado una coca-cola y me he sentado en un banco frente a la boca de metro. En la estación de Bicing había una chica fumando. Me ha dado un vuelco el corazón porque se parecía mucho a X. Su gesto, su pelo, su cuerpo. Era igual. Todo igual. Me he quedado allí pasmada. Ella parecía estar esperando, porque ahí no hay nada más que hacer que esperar. Me he puesto nerviosa y he querido liarme un cigarrillo, pero no llevaba. Los ojos claros. Los labios así. Se le parecía tanto que me he quedado  observándola, recreándome en la ficción. Me he puesto detrás. De espaldas era exacta. Me he movido y me he puesto a un lado. De perfil también. Si la miraba de reojo, era ella. Y me he quedado pasmada dejándome llevar por aquella tonta fantasía...

He planeado acercarme a la chica. Pedirle un cigarro. Contarle algo. Contarle que se parecía a un amor y que justo yo estaba dejando una casa, y que todo era raro. Que todo estaba patas arriba. Que cómo se llamaba. Que si era del barrio. No sé. Alguna respuesta. Entonces ha salido una mujer del metro y se ha ido con ella andando en dirección a la playa.

En fin. Es doloroso dejar de nuevo un hogar. Abrir los grifos por última vez. Todavía estoy a tiempo de echarme atrás, pero no creo que sea lo correcto. Me estoy acojonando. Cada día me parezco más a Richard Novak, el personaje de la novela de A.M. Homes. Pero él, al final, se deja llevar.
He vuelto a subir a mi casa para hacer pis. La emoción de ver a X, aunque fuera de mentira. La Coca-Cola Zero.
He vuelto a verlo todo desmontado. Parecía el primer día, como cuando llegué y todo estaba por hacer, pero era una nueva vida. He pensado en las cosas que quería que pasaran en ese lugar, y nada de aquello ha sucedido. Pero han habido cosas distintas. La vida es así. Está llena de sorpresas y de contratiempos.
He mirado hacia el pasillo. Me he puesto a reír. 
No. En realidad, a lo contrario. 
Me sentía perdida. Y un poco sola. Con todo el peso de no saber nada. Por qué no estaba bien en mi trabajo? Por qué no decidí ser una mortal más?
Me he puesto mi gorra verde con una avioneta pintada (me la dibujó un chico que hacía graffitis) y he vuelto a marcharme. Por suerte, A y M me han acogido en su casa y me han dado de comer muy rico. Hemos visto el vídeo de Eurovisión de Azúcar Moreno. Cuando salían a cantar y las trompetas no sonaban. Fue culpa del director musical. Y ellas se marchaban del escenario enfadadas. Y el de la guitarra se ponía a bailar para disimular. Quedamos en quinto lugar. 
Yo también debería ponerme a bailar para disimular tanto desconcierto.

martes, abril 28, 2015

Fotocopia: No he usado el comodín de junio. Ni el del público ni el de la llamada.

Fuente: http://www.zazzle.es/bicyclecards


El sábado por la noche volvía con mi guitarra y mi chaqueta de motorista (para aparentar una pizca de maldad, pero me temo que no lo consigo) en un vagón de metro que iba lleno de veinteañeros que olían bastante mal. Cuánto me alegro de haber pasado ya la veintena y oler bien.

Aún así, era bonito. Había cierta comunión entre todos... o ninguna. Los que se iban de fiesta tenían ese brillo en los ojos de a ver qué va ocurrir esta noche. Otros teníamos el brillo de a ver qué va a pasar con mi vida.

En la curva mortal de la línea amarilla, todo el mundo sabe cual es, se abrió la grieta. Fue un segundo.

Me metí en la cama con el abismo bajo los pies. Al día siguiente, al despertarme, escuché: ¿por qué sigues en esta casa si ahora ya nada dice que te quedes?

Ha sido mi territorio durante dos años. Me da un poco de pena abandonarlo, pero la pena no es amor. Aquí hubo soledad de la buena y de la mala, de la que te hace sentirte a gusto y cruzar un puente, y de la que te ahoga en cinco minutos sin que te des cuenta. He rehecho mi lista de canciones favoritas veinte mil veces. He compuesto cada día un inicio en el que se veía un reloj, una calle, unos tejados y un nido de gaviota. Y el sol en mi terraza, donde siempre era primavera, y yo sentía eso indefinido. 

Eso. Dolía pero era hermoso.

Lo decidí en una mañana. No son sólo paredes, aquí me he reconstruido en muchas ocasiones. Mis piezas sobre la mesa. No quiero dejarme ninguna. Estoy contenta. Seguir aquí era un impedimento y una comodidad. Creo que es sensato dejarlo atrás. Pero también estoy un poco asustada.

He desayunado con todo esto en la cabeza. He puesto el podcast de Todos somos sospechosos. Ha sonado una canción del nuevo disco de Christina Rosenvinge. No quería escucharla por si me recordaba al pasado bonito en el que nada de lo bueno se acababa. Por si me recordaba a la isla y a aquella otra vida. Por si volvía a temer haber agotado mis tickets de "vale por". La sensación de que todo estaba bien. Pero al final he tenido que tragarme la canción entera.

Curiosamente, el estribillo decía aún no sabes señalar lo que te falta. 

Ahora sí que saco el comodín.

Dije adiós a mi trabajo, ahora digo adiós a mi casa. ¿Hola?

¿Hola papa, hola mama?

Me he comprado un billete de avión, he planeado el verano, pero tendré que pensar en algo productivo. No quiero quedarme atrás dejando atrás.