Sigo sin poder escribir mi villancico. He tachado muchas frases y la idea que tenía me parece demasiado complicada para desarrollarla en una cancioncita de tres minutos. Así son mis problemas. Un suspiro. Eso sí, tengo los acordes y la melodía.
La verdad, este año estoy notando poco la navidad, y eso que ayer, la parte más folclórica de mi familia cantó, incluso, la Mari Morena, y lo escribo así porque me parece más enigmático que junto. Cuántas estrofas, cuántas versiones, y la Mari Morena siempre andando. Me hicieron sacar la guitarra, es lo peor que le puedes pedir a alguien, que saque la guitarra para tocar la marinorena. Ahora sí, todo junto.
¿Por qué será menos navidad este año? Hace frío, llueve, nieva, nos estamos congelando, llevo dos semanas con las manos heladas, hicimos el árbol, el belén, pusimos luces en la foto de Marilyn (la marirubia), el rugido de la caldera cada dos por tres, el festival de los niños, el turrón, la ya mítica selección de canciones navideñas de Popcasting... están todos los elementos pero falta ligarlos. En el fondo, creo que es porque no logro escribir la letra del villancico. Tal vez la convierta en canción de febrero o algo así, porque a este paso no voy a llegar a tiempo. Febrero es un mes de nada, el pobre se merece una canción. Están los carnavales, pero aparte de los canarios, ¿quién lo celebra con fervor a estas alturas?
Y no es que no lo intente, me he puesto ya varias veces, no estoy esperando un momento de iluminación divina, estoy currándomelo bastante. Tengo una teoría: hay dos navidades buenas y una sosa, dos buenas y una sosa, dos buenas y una sosa, dos buenas y una sosa...
En mi casa, para la nochebuena siempre hay algún lesionado. Este año, la estampa navideña la protagoniza mi perro negro, que ha recibido un tijeretazo en la oreja esta mañana en la peluquería. La pinta que tiene el pobre con la cabeza vendada es para echarse a llorar de la risa. No sé el motivo, pero siempre me siento tan identificada con él...
Estoy intentando componer el villancico de este año, pero me está costando, así que va a tardar un poquito.
Cuando los mails, los comentarios y los vídeos se convierten en persona de carne y hueso es increíble. Por eso me parecía tan irreal este mediodía tener a Carmen J. en casa, comiendo paella, bebiendo vino y contagiándonos su risa. Una buena tipa, y tanto que sí.
Cuando se ha marchado he recogido la mesa. Las luces de navidad iluminaban las paredes intermitentemente, algo fugaz se anunciaba con neones: estoy a punto de desaparecer. En un abrir y cerrar de ojos.
A mí me sigue emocionando este vídeo que me regaló por mi 30 cumpleaños, aunque ella diga que se trata de una tontería.
Pues yo debo ser retonta.
Me siento eso, feliz, aunque prefiero no pensarlo demasiado. Estoy deseando que llegue la semana que viene para dormir con Carol todas las noches y mudarme, ahora sí, definitivamente, a su casa. Estamos formando una pequeña familia con libros, cd's, dvd's y nuestra ropa.
Creo que me he enamorado de esta versión de la mítica canción de HarryNilson. La voz de Silvia Pérez me encanta. Escuché esta versión por primera vez una noche de verano en la radio y no pude dejar de perseguirla, tarareándola todo el rato para que no se me olvidara. El grupo se llama Las Migas.
Hace tiempo que no publico ningún texto de ficción en el blog. Aquí va algo que escribí la semana pasada para el curso de escritura que estoy haciendo. El ejercicio consistía en mostrar un rasgo de carácter sin decirlo. El rasgo nos lo daba la profesora y los compañeros tenían que adivinarlo al leerlo. A ver si lo acertáis. Ya sé que sin dar pistas es un poco difícil.
***
David subió al 23, el autobús que lo llevaba al hotel donde se celebraba el XXIV Congreso Internacional de Astronomía. No dejaba de mirar el cielo, su gran proyecto estaba a punto de ver la luz ante cientos de expertos en la materia.
Sus ojos buscaban desde hacía tiempo todos los tipos de nubes existentes en el firmamento: stratus, stratocumulus, cumulonimbus, nimbostratus, altostratus y, por supuesto, el trazo de avión, que era la que más le fascinaba. Se formulaba muchas preguntas sobre esos caminos dibujados ahí arriba: ¿a dónde llevaban?, ¿estaban permanentemente allí y se revelaban al pasar una aeronave?, ¿eran los pilotos los descubridores y exploradores de aquellas sendas blancas?
No tenía pase de acreditación, en realidad no sabía ni lo que era eso. Su cuerpo menudo se coló entre los trajes y corbatas de los invitados al evento. Él, por su parte, había hecho todo lo posible por adecuar su ropa a la circunstancias. Optó por los pantalones grises del uniforme y un polo blanco con chaqueta azul marino.
Fue tras la intervención del prestigioso astrónomo RufusGaramond, cuando David apareció en el escenario tras las cortinas negras. Los allí reunidos no daban crédito. Se acercó al micrófono y se dirigió al público con voz clara y firme, como si fuera a cantar en el festival navideño.
Empezó diciendo que iba presentar su proyecto sobre las estelas de avión. Contó que una tarde, mientras paseaba a su perro Matías -un chucho negro, dijo-, miró hacia el cielo y se fijó en el rastro que dos aviones habían dejado al cruzarse allí mismo, sobre su cabeza. Fue entonces cuando pensó que todas aquellas carreteras flotantes no estaban dibujadas en ninguna parte y que él, David Mejías Candil, de quinto B, con 10 años casi 11, podía ser el primero en dibujar un mapa de los caminos blancos del cielo de Barcelona. Es más, no sólo había hecho un plano, también diseñó un atlas fotográfico con las imágenes de cada uno de los senderos, a los que había bautizado con las iniciales de los compañeros de su clase: A.L., J.D., M.H., L.B., I.G., E.M. -de Estela Marín, la más guapa-, R.S., etc. Mientras soltaba su discurso, pasaba las páginas de un dossier con fundas de plástico donde había encuadernado todos los dibujos y fotografías.
Tras la intervención se hizo silencio absoluto. Un aplauso aislado se convirtió, como sucede con las tormentas que empiezan poco a poco, en una gran ovación. El publico de expertos en la materia quedó maravillado ante aquel chaval que había visto el cielo con unos ojos diferentes a los de ellos, tal vez con los ojos de un corazón puro y sin manchas.
Hola, sis. Estoy esperando a que se hagan las patatas para hacer una tortilla. Mi madre me ha dicho que las deje a fuego lento hasta que se pongan blandas. La he llamado antes. El otro día nos fue a buscar al aeropuerto con un trozo de empanada de pollo que hizo por la mañana y que estaba riquísima por la noche. Escucho bandas ligeras lideradas por chicas morenas. Carol está trabajando en su mesa. Yo sigo en la cocina esperando a que se hagan las patatas. El curso de escritura nos va bien, los compañeros no saben nada. Fingimos que no nos conocemos, así es más divertido. Hacemos ver que nos leemos por primera vez.
Creo que las patatas ya están hechas. Ahora tengo que escurrir el aceite y mezclarlas con el huevo y todo eso.
Luego viene lo que más miedo me da. A mi padre, una vez, haciendo una tortilla de patatas se le espachurró toda por los fogones en el momento de darle la vuelta. Yo tenía diez años o así. Puso el plato encima de la sartén y cuando la giró, la tortilla se fue escurriendo por un lado. Yo lo estaba viendo, pero él no. Cuando fue a ponerla en la sartén de nuevo para que se acabara de hacer, vio que no estaba y dijo: ¿dónde está la tortilla?!
No sé por qué no le conté donde estaba.
Tampoco sé cual es la moraleja. Pero creo que la tiene. O por lo menos, me gustaría tener una para ti esta noche.
Busco a alguien que quiera transportar mi piano hasta tu casa, a alguien que lo lleve como llevarías una bala, con cuidado y protegida.
Hoy me han mirado todos con lupa y se han dado cuenta de que arrastro un mar a mi alrededor.
He intentado defenderme moviendo los brazos, espantando agua, nadando.
Al final, me he quedado quieta y ha sido lo mejor, pasar desapercibida, pero luego he tenido una sensación
uno de esos chicles agrios que te llevas a casa y que no puedes parar de masticar hasta que te sale sangre de la lengua porque te has mordido
me he acordado de los toros en la plaza con la lengua fuera y he pensado que tal vez alguien estaría aplaudiéndome que alguien pediría que me dieran una vuelta al ruedo, por lo menos, un toro digno.
Ha sido un día asqueroso, pero no sabría decir el motivo, la causa, el porqué, no ha pasado nada malo.
Ayer no vi el partido porque me daba exactamente igual que ganara o perdiera el barça, por mí, cómo si ganan todas las putas ligas, o por mí, cómo si las pierden.
Estuve enrollándome con mi novia en la cama, y muy bien, por cierto, mientras todos se agolpaban en los bares frente a las pantallas verdes,
y no, no hay un tiempo para cada cosa.
Hoy todos hablaban del partido que si este, que si el otro, pues yo no lo vi, imbéciles.
Que me importan un rábano, pero qué digo, un rábano me importa más.
Los rábanos me recuerdan a mi infancia, al huerto del colegio, a las leyes de Mendel y de los guisantes. Este tipo sí que lo tenía todo muy clarito.
Por eso me importan menos que un rábano.
Por mucho que se desenvuelvan correctamente y desempeñen su papel a la perfección en la sociedad, los enemigos que me he buscado para hoy no tienen algo que yo sí tengo:
El otro día metí la pata en el trabajo. La verdad es que a quién le importa. En el momento lo pasé mal, pero luego sentí un alivio muy grande porque, joder, ya era hora de equivocarse. El año pasado no hice nada mal pero cada día sentía pánico por si sucedía, por si pasaba, por si me equivocaba, y la verdad es que esa presión me angustiaba. Por suerte, por fin, ocurrió.
Además, la pifié a lo grande, aunque se trata del típico error que se convierte en anécdota divertida con el tiempo: me llevé a 100 niños a un museo el día que cerraba. Lo dicho, un alivio. Ahora sé que si cometo un error no se acaba el mundo. Que los demás lo entienden. No sé quién me metió en la cabeza este afán por ser perfectita...
Y nada, que ya llevo más de dos semanas preparando el espectáculo navideño. Espero que nadie crea que esos festivales que representan los niños en los colegios son coser y cantar. La verdad es que conlleva mucha dedicación por parte de ellos y por parte de la maestra, claro. Para los nenes es muy importante, lo dan todo en esos villancicos de quinientas mil estrofas interminables (¿por qué son tan largos los villancicos?) y se pegarían por tocar el triángulo si yo no estuviera moderando el cotarro. Y todo esto lo estoy diciendo completamente en serio. Tan en serio como canta Nacho Vegas, siempre.
Bueno, mejor dicho, he metido en un lío a Clara Monforte, mi personaje en el Hotel Melancoisla. Un lío del que no sé salir, es evidente, Clara Monforte lleva sin escribir en su blog un mes. <---aquí suena una alarma tipo anti-incendios--->
Todo empezó cuando se me metió en la cabeza convertir a Clara en vampira. ¿En vampira! ¿Pero qué dices! ¡Pero si no pega ni con cola que ahora se convierta en vampira!
Para, para. OK.
Pero es que yo quería un golpe de efecto, darle un giro al personaje. Entonces fue cuando se me ocurrió que podía hacerla vampira. Lo malo es que investigando por ahí (Google y una tarde en la biblioteca) empecé a ver el tema de los vampiros de un modo diferente, digamos que no tan romántico como me parecía en un principio. Y empecé a rajarme.
¿Cuál es el problema? Que aunque Clara Monforte no ha salido del armario "vampiril", relativo a vampiro, sí ha dejado pistas. Concretamente, Clara escribía el día 15 de octubre:
Minutos más tarde, un dolor en los dientes no me dejaba dormir. ¿Cómo puede doler algo de textura tan sólida? Pues sí, todo el mundo sabe que pueden dolerte los dientes aunque sean duros y fuertes como una piedra.
La pista: a Clara le duelen los dientes porque le están empezando a crecer los colmillos.
Ahora sería muy fácil desentenderme de ese dolor de dientes, no mencionarlo más, pasar del tema y no convertir a Clara en vampira. Punto. Total, quién lo va a notar... Pues yo, yo lo noto. Y por eso estoy dándole vueltas.
O sigo con mis planes y la convierto, o me invento algo para justificar que Clara mencionase el dolor de dientes recordando una noche tan importante como aquella.
Tengo otro pequeño problema. Quién escribe el personaje Elena Trueno, que no soy yo, ya descubrió la pista de los dientes:
Se repetirá la historia: desvanecimientos, dolor de dientes, insomnio por las noches… (...) La sustancia está en su piel, en su cuerpo, en todo su ser. Hicimos el amor y pronuncié la palabra en su cuello sin que se diera cuenta. El deseo y el placer la cegaban, la aturdían. Y yo la sentí al borde del precipicio. Ella aún no debe de haber abierto la caja que hay en su habitación porque si no sabría quién soy y que mi alma no pertenece a este mundo ni a este tiempo.
Más claro no puede estar. Cuidadín que esto se pone serio. Vampira fija.
Además, tengo una entrada guardada en borrador en la que Clara Monforte sigue con el rollo de los dientes sin mencionar nada sobre los vampiros pero preparando el terreno.
Cuando te pones una prenda de ropa del revés y sin darte cuenta, tarde o temprano tienes una sorpresa.
Las sorpresas aguardan en la parte interior de las prendas de vestir, o sea, en la parte que toca o que queda más cerca del cuerpo. No sé quién las pone ahí ni cómo se aguantan, tal vez vayan cosidas o pegadas con algún tipo de cola para tejidos, como esa tiras que se enganchan al plancharlas y que las mamás usan para poner el nombre de su hijito en la bata del colegio. En vez del nombre, una sorpresa. Yo qué sé. En cualquier caso, sólo salen a la luz cuando te pones la ropa del revés sin darte cuenta. No se puede engañar a la sorpresa de dentro del jersey poniéndotelo del revés a propósito, así no funciona.
A veces, aunque se cumplan las dos condiciones, del revés y sin darte cuenta, las sorpresas no caen con facilidad. Más de una vez me he descubierto el pijama del revés a las 3 de la mañana y no ha habido ninguna sorpresa.
Últimamente estoy viendo unas cúmulonimbus impresionantes a eso de las 17:30. Están en el horizonte del mar de la ronda litoral, tras esos bloques de cemento cuadrados que tapan la playa, pero si te fijas bien puedes ver cómo se asoma entre cubo y cubo. Nunca hubiese imaginado que la vida estuviera tan llena de cúmulonimbus, de nubes preciosas y crecientes avisando tormenta. Y eso es buenísimo porque a mí la lluvia suele traerme suerte.
No puedo poner ninguna fotografía de la nube en cuestión porque las fotos siempre me pillan conduciendo, ya se sabe, la continua atracción por la imposibilidad, pero pongo esa otra de estratocúmulos, o eso creo.
***
¿He contado alguna vez que el amanecer en el Nudo de la Trinidad es hermoso? Una franja naranja en el cielo, luces de freno que se encienden y se apagan, intermitentes que parpadean, paneles que informan de los límites de velocidad y de las caravanas, el autobús dorado de "Autocares Jimenez" vacío -¿dónde están los pasajeros?- y un trozo de neumático en el arcén. ¿Cuántos coches coinciden a las 8:25 en todas las vías que forman el Nudo? Debe ser una cifra bestial. La mujer que da el tráfico desde el helicóptero lo debe saber. Hace mucho que no la escucho. Podría enamorarme de ella.
Cuando ya ha salido el sol, los rayos rebotan en las cristaleras de los bloques de pisos. Una vez vi a una mujer limpiando una de las ventanas. "Qué suerte", pensé. ¿Por qué pensé eso?
***
Hoy me han preguntado: ¿dejarías de trabajar si te tocaran tres millones de euros? Por supuesto que sí. Hay gente que ha dicho que no. Se creen que les van a dar un premio cuando salgan por la puerta.
Yo dejaría de trabajar, y ojo, a mí me gusta mi trabajo, pero qué quieres que te diga....
Volvería a la universidad -me sacaría filología, psicología y probaría con alguna ingeniería-, me dedicaría a mi blog, estudiaría piano todo el tiempo que quisiera, me apuntaría a la piscina, escucharía la radio mientras desayuno, tocaría la guitarra muchísimo más que ahora, iría cada día donde me diera la santa gana, escribiría relatos sobre boxeadores, me pasaría la mañana en la biblioteca sacando cosas gratis, haría la cola de la pescadería, en verano iría a la playa, me sacaría el carné de socorrista, no me tiraría jamás en paracaídas, me pasaría una semana comiendo pasta para ver qué pasaba, iría los miércoles por la noche al cine con Carol -ella también podría retirarse y podría acompañarme en todo esto. Me convertiría en la puta ama de la vida sencilla y tranquila.
Un breve paréntesis para decir que Riot Cinema está en Barcelona presentando el proyecto de El Cosmonauta. En este cartel están todas las citas cosmonáuticas y aquí el spot de la Cosmonauta's Party de este viernes.
Hoy he hecho un viaje corto y luminoso. La sombra del coche se proyectaba en la carretera y yo la perseguía. Nos perseguíamos. He dejado de mirar la sombra porque me ha parecido peligroso. Durante el trayecto he visto fábricas de alimentos en serie y bidones rojos con el sol rebotando encima.
Lo que menos me gusta de conducir es no poder mirar por la ventanilla atentamente, como cuando era pequeña y me llevaban mis padres. Solíamos salir de Barcelona los fines de semana. Disfrutaba mirando el paisaje encuadrado y escuchando la música que ponía mi padre.
***
(Para leer mañana)
Una vez vino una compañera del colegio. Fuimos a un hotel de montaña. Allí hicimos un pacto para guardar un secreto. Era una práctica habitual entre las niñitas de mi clase. Con un cúter nos grabábamos una inicial en el brazo.
Yo tuve que grabarme la letra "N" aquella vez. Estaba saltándome las normas de mi madre: nada de pactos con cúter ni de pararse la respiración. Pero lo hice para demostrar mi amistad. Después de aquello yo sería siempre su mejor amiga y ella la mía. Nos dolió mucho aquel pacto, las gotas de sangre eran pequeñas. Pero nuestras. Yo le comenté algo de la vacuna del tétanos, que siempre me ha tenido muy obsesionada, lo mismo que la apendicitis y la rabia, pero ella debió sacarme de la cabeza toda preocupación. Bebí una gotita de su sangre y ella una de la mía. Sabía a hierro, exactamente al olor del hierro.
Tenía el pelo dorado y liso, hacía ballet. Yo tenía el pelo castaño y ondulado, hacía Tae Kwon do. Éramos tal para cuál. A la hora del patio corríamos juntas y yo siempre la escogía la primera en los juegos de escoger. Etcétera.
***
(Para leer pasado mañana)
El pacto se rompió. Ella encontró a una nueva amiga y yo me juntaba con otras niñas y niños, pero con nadie en concreto. Desde entonces no creo en las mejores amigas. Luego veía a N por el barrio y ni me saludaba. Me dolía bastante su indiferencia, me avergonzaba. ¿Estará en facebook? Vaya, no recuerdo su apellido. ¿Cómo era?
***
(Para leer pasado pasado mañana)
Durante muchos días todo huele a sopa, en todos los lugares huele a sopa. En el médico, en mi habitación, en la portería... todo huele a sopa y no sé dónde está el pozo de sopa.
A las 18:21 aparco el coche en la calle de mis padres. Necesito más ropa, más medicinas. Parece una expedición al Polo Norte, pero no, que va, sólo es el otoño. Le pido a mi madre aquella chaqueta tipo anorak, de montar, impermeable, de hace dos años, con cremallera, negra. ¿Dónde está?
Mi madre sube a la habitación y saca del armario la chaqueta envasada al vacío. Envasada al vacío como el jamón dulce, el paté, el salmón, las salchichas... Lo de las madres es impresionante. Abro el paquete y dejo la chaqueta encima de la cama con todas sus propiedades intactas, sin alterar.
Son las seis y media, pero parece más tarde. Parece aquella hora del verano, la última para volver de la playa con luz y la toalla roja al hombro.
Mi madre nos cuenta cómo un camarero con guantes blancos le encendió un puro en El Cairo. Unas historias que a mí me encantaban de pequeña y que ahora escucha Carol atentamente. Me pregunto si a ella le impactarán tanto como a mí.
Me pongo la chaqueta. Conserva el frío de hace dos años, bien envasado al vacío.
"Y si volvieses a casa... y ya no hubiese nadie? En 1975, el primer cosmonauta ruso en la Luna no consigue regresar y se le da por perdido en el espacio. Él, sin embargo, a través de fantasmales mensajes de radio, clama haber vuelto a la Tierra y haberla encontrado vacía, sin un alma. Su irreal presencia y su voz irán destruyendo poco a poco el mundo de sus seres queridos."
Esta es la sinopsis de la película "El cosmonauta", el primer largometraje español financiado y distribuido a través de Internet, utilizando licencias abiertas. A este sistema se le llama crowdfunding. La filosofía es -más o menos- pide a la gente que te ayude económicamente con tu proyecto. ¿Y cómo puedes dirigirte a un montón de gente y dar a conocer tu proyecto? Pues a través de internet.
En principio, a mí me gusta la idea. Por tan sólo dos euros he podido colaborar en la producción de la película. Es un gesto para decir que me interesa la historia del cosmonauta. Leí el guión hace dos noches y me encantó. Todo el mundo se ha sentido alguna vez cosmonauta perdido bajo el sol y enviando mensajes sin respuesta...
En la página web del proyecto está toda la información sobre la película: el guión, los actores, el equipo, el vestuario, las localizaciones, el merchandising, los productores, los colaboradores, etc.
La película está inspirada en la literatura del espacio de Henry Pierrot y en su "Poética para cosmonautas", una colección de poemas que también puede leerse en la web.
El diseño de este blog jamás será el definitivo. En esta casa se cambian los muebles, se pintan las paredes y se rizan las pestañas con frecuencia. No es un lugar estático. Sigo mañana, me muero de sueño. Y ahora, cómete la tarta, mánchate el fondo blanco de chocolate, que ya limpiaremos.
(añadido)
Tal vez sea porque nunca he hecho nada que haya durado seis años seguidos (excepto ir al colegio), por eso 6 años de blog me parecen un montón. Quedan pocos blogs que se sigan actualizando desde entonces. Muy pocos, es una pena. Mi intención es seguir. El blog me ayuda a desconectar.
Hace poco leí en el prospecto de un medicamento que la mezcla podía oler a huevos podridos.
Una vez más, mi olfato y mi gusto se intercambiaron y el medicamento no olía a huevos podridos, pero su sabor era olor a huevos duros. Es difícil explicar cómo puedes saborear un olor, pero son cosas que pasan.
Yo tenía una tía, la tía Juanita, que hacía un lomo de cerdo a la plancha que tenía gusto al olor del detergente "Ariel". Le gustaba mucho hacer lomo, se regodeaba cocinando el lomo que sabía a Ariel. Mi mami siempre me decía que no le dijera nada a la tía Juanita sobre el gusto del lomo, que podía ofenderse. Yo salía de su casa sintiéndome una lavadora.
Una inhalación de ventolín, por ejemplo, tiene gusto a humedad y a oscuridad, a habitación cerrada hasta el verano siguiente.
Esta canción de Bjork es una de las que más me gustan de su disco Debut. Habla de alguien que vive en el océano y de cómo se siente allí, bajo todas las corrientes. Acaba diciendo que ese es su hogar. Esta canción también sabe a un soplo de ventolín.
Lo bueno de trabajar cerca del mar es que puedes tomarte unas microvacaciones de un par de horas y comerte una paella a pie de playa, disfrutar del sol de finales de septiembre, celebrar lo que sea, beber un par de copas de vino blanco, comerte un bizcocho de arándanos y luego volver al curro nueva, como recién estrenado junio. Y ya está, no hay que darle más vueltas, mañana no seremos ni mejores ni peores. Lo que realmente importa es lo importante.
Por cierto, estoy pensando en cambiar el diseño del blog de nuevo, es que me canso. ¿Alguna idea?
Nubes de tipo Altoestratos, creo. He intentado rescatar fotos de cielos dentro de mi disco duro, pero la verdad es que tengo pocas.
Ayer estaba corrigiendo tan tranquila, cuando escuché en la radio que se había descubierto un nuevo tipo de nube: las asperatus. Y ya me distraje. Claro, las nubes también están clasificadas. Si tuviera tiempo y un poco de suerte, llenaría una libreta con fotografías de nubes y las clasificaría -como en un herbario pero en nubario-, y digo lo de un poco de suerte porque me temo que casi todas serían de los tiposaltostratos y estratos. En cambio, me costaría muchísimo encontrar cirrocúmulos y estratocúmulos.
El tema de las nubes da para llenar un blog entero, otro Hotel Melancoisla. Este podría llamarse"Observatorio algodón". Sería un observatorio de nubes dónde trabajarían varios expertos, aislados, por supuesto. Aislados para no contagiarse de la realidad exterior y poder seguir viviendo en las nubes.
Escribiendo esto recuerdo que el primer libro que me regaló C.B. tenía algo que ver con nubes, además, aquel día se caracterizó por unos nubarrones descargando agua a mares.
Conclusión:
Me voy a dormir.
He encontrado otra foto con cielo, una de cuando fui a París en segundo de mi primera universidad. Creo que son estratocúmulos, pero no estoy segura.
Esta cama es demasiado alta, pero la otra era demasiado baja. La antigua cama ha acabado en el campamento base que tienen los obreros justo delante de la portería.
Están levantando la calle que cruza con la nuestra y van a hacer las aceras más anchas, cosa que como peatona agradeceré, me pone nerviosa ir en fila india, sobre todo con el carro de la compra (de 4 ruedas), pero que como conductora sufriré porque no podré dejar el coche en doble fila con los intermitentes puestos (4 intermitentes, también) ni medio minuto.
Los obreros rescataron el tatami del contenedor y lo desmontaron. Las (4) tablas las utilizan para dormir la siesta y para comer. Duermen y comen muy a gusto, se nota. Desde el balcón se ve que comen y duermen plácidamente. Disfrutan mucho comiendo y durmiendo en nuestro tatami. Comer y dormir en el tatami es lo que más les gusta de la jornada de trabajo.
Como la cama que tenemos ahora es muy alta en comparación, he soñado que me daba la vuelta y me caía por un precipicio. Cuando he llegado al suelo me he levantado y he subido en ascensor hasta la planta número 26.
2+6= 8
8:2= 4
Voy a arreglarme. Oigo la aspiradora, pero no soy yo quién la pasa porque estoy aquí sentada escribiendo un poco en el blog. Me están aspirando los pies... Me van a reñir por no colaborar en las tareas de casa. No quiero que eso pase... Cierro esto.
El jueves estuve bañándome en una playa a las siete y media de la tarde. En la del fantasma de mi perrita negra. Ya hablé de ese lugar hace un tiempo. Le gustaba nadar, jugar con los cangrejos y mover las patitas en el aire cuando la sacabas del agua. Era una perrita persona.
Allí, nadando y siguiendo el reflejo del sol me sentí muy lejos de todo. Salvada. Pensé en hacer una foto pero no la hice porque me daba pereza salir del agua. Y también porque las fotos que pienso nunca salen, las que hago siempre son diferentes a las que tengo en la cabeza. Cuando inventen una entrada usb directa al cerebro y se pueda conectar la cámara, entonces saldrán las imágenes que yo quiero.
Al día siguiente pensé en hacer otra foto pero tampoco pude. El agua estaba muy plana y salir hubiese sido tirar el tiempo, perder el momento, desperdiciarlo todo.
En cambio, esta mañana sí he hecho fotos de nuestra sombra en la piscina. También quería que Carol me grabara nadando -no me he visto nunca- pero ha bajado el vecino "David Meca" y nos ha fastidiado el invento.
Mañana empiezo a trabajar a tope. Voy a echar de menos mis vacaciones interminables.
Los superhéroes necesitan gigantes manazas y desgarbados que lloren en un rincón A escondidas Aunque eso tampoco pueden, son tan grandes, siempre hay alguien que los descubre
les sobresale un pie, la cabeza, inundan el barrio con sus lágrimas y sufren insomnio día tras día.
Pero tienen algo un secreto frágil valioso tienen a su chica al otro lado del teléfono y un auricular repleto de besos.
Se acabaron las siestas en los hoteles y que todos los días sean sábado o viernes. Se acabaron las vacaciones.
Lo he contado una vez, dos veces, hasta tres.
Hoy va la cuarta.
El día que mi madre me descubrió la palabra melancolía
Principios de octubre. Se acercaba mi cumpleaños. Ya no más playa. Yo escuchaba en mi radiocassette de doble pletina la música que nos había acompañado durante todo el verano. Mi habitación de entonces era interior. Me gustaba asomarme a la ventana y soñar con un patio de luces mejor, un patio recién pintado de blanco y con un árbol dibujado que subiera por la pared y alargara sus ramas hasta tocar todas las ventanas. Mi teoría era que la vecina del primero tenía ventaja porque podía salir a dar vueltas por el patio y que incluso podía montarse allí una especie de terracita interior con toldo antes, un chill out ahora. Me gustaba imaginar largas carreras circulares en bici allí abajo.
Lo cierto es que el patio era gris y más gris y aún más gris, ¿nadie más le veía posibilidades?
- Mama, no sé qué me pasa, escucho canciones y me siento alegre porque me recuerdan al verano, pero a la vez también me siento triste porque me recuerdan al verano.
- Hija, a eso se le llama melancolía.
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Voy a hacer una lista para no olvidarme de este verano:
- Tres carros del Ikea llenos hasta arriba.
- Volver a querer nadar todo el mar de Formentera, pero es que no me daba tiempo.
- Desayunos interminables y llenos de calorías. Riquísimos.
- La mañana que el supuesto escritor catalán que nos hacía tanta gracia encontrarnos por el hotel con sus pantalones minicortos, nos regaló una sombrilla porque ya se le acababan las vacaciones.
- Los mediodías bajo la sombrilla. Donde plantes la sombrilla estará tu casa.
- Los mojitos en el bar de al lado del Faro de La Mola con la camarera guapa y muy profesional.
- Lo que querías gritar en un barco demasiado pequeño para las olas.
- La semana que pasamos con mis perros en la playa.
- El día que descubrimos una cala. Y eso que yo llevaba toda mi vida pasando por delante.
- Los mojitos cerca de un puerto.
- El día que llegaste del sur morenísima y con un vestido italiano.
- El pueblo medieval lleno de peregrinos buscando el parking.
- El Tom Tom diciendo "Ja heu arribat" estando a medio camino.
- La locura de volver a Madrid y la locura de volver a disfrutar la ciudad.
- La guía rubia de la casa de Lope. Tan natural, tan personal, tan original, tan familiar, tan profesional.
¿Una noche? Me quedaría con la del vídeo. La noche que volvimos a bailar reggae:
Ayer me puse a tocar la guitarra para sacar los acordes de una canción de Mishimaque se titula"Qui n'ha begut". Una canción con una letra que a mí me parece muy misteriosa. Habla de algo que te engancha y te transporta, pero cuando "no lo tienes" la vida se vuelve insoportable. A mí me gusta pensar que no habla de drogas ni de alcohol. Habla de otra cosa, seguro. La letra está aquí.
La grabé porque me hacía ilusión compartirla. Estoy al borde del gallo pero así es más natural.
He dormido en cinco camas distintas durante los dos últimos meses y aún queda una por probar. Esa es la razón que se me ocurre para justificar el insomnio que padezco, el sueño roto. Ésa y la de no sentirme cansada. Las preocupaciones que tengo ahora no son asfixiantes, son más bien de ir arrastrando los pies. Mi mamá siempre dice que como camarera no sería nada buena porque soy muy lenta.
Ayer me quedé tres horas viendo borroso por culpa del cloro de la piscina. Perdí mis gafas en la playa. Pero no en la última, en la penúltima. Hoy me he comprado unas nuevas. Anti-vaho y transparentes para no modificar el color del agua.
Estos días me ha visitado un perfume -por casualidad- y he recorrido una geografía que odié con todas mis fuerzas. Ambas cosas no han provocado ningún efecto en mí. Sin darme cuenta he ido tapando los agujeros. Mis deudas.
Salvador Dalí quiso conservar la grieta que cruzaba la fachada del castillo que le regaló a Gala. La grieta probaba que aquel castillo había sufrido un cataclismo. Mandó reforzar las paredes por dentro para que la brecha no afectara a la estructura del edificio.
Pues sí, otra vez he cambiado las tapas de la libreta y esta vez he dejado atrás el sistema de plantillas antiguo de Blogger. Lo malo es que ya no pueden verse los comentarios antiguos del blog alojados hasta ahora en Haloscan, no sé cómo implementarlos en este nuevo sistema.
Desde que he descubierto el programa ArtRage puedo hacer aquello que tanto soñé: dibujar. Hasta ahora era imposible porque se me da francamente mal, pero con este programa es muy fácil gracias a la opción de "calcar". Para la imagen de cabecera he calcado una foto que hice ayer en la playa. He utilizado varias técnicas y estilos. Estoy muy contenta, creo que he encontrado un filón.
El Hotel Melancoisla está en marcha gracias a vuestras colaboraciones. Quedan habitaciones libres.
Voy a hacer un resumen:
- Clara Monforte, directora temporal del hotel, conduce una vespa roja y parece estar muy impresionada por una de las huéspedes: La Srta Trueno. Además, se ha metido en un marrón por esconder el contenido de una carta dirigida a un huésped del hotel, el Sr. Kaplan.
- Otto Kaplan es un hombre misterioso que se esconde de un pasado no menos misterioso. No se despega de su PDA. Nadie sabe lo que realmente está anotando en ella. Se trata de un huésped algo quisquilloso.
- La Srta. Trueno, que está cañón, no tiene dinero para pagar el hotel y se ha vuelto ladrona. Lo que no sabemos es si ya lo era antes de llegar al Melancoisla. Ha coincidido en el hotel con un antiguo y secreto amor: Alicia Daus.
- Rebeca Molina es la ayudanta de la chef del hotel -la "chef resident" anda de viaje y no puede hacerse cargo de la cocina-. Con todos los fogones para ella solita, sus originales recetas están causando furor.
- Leo Villalba es aparentemente un simple mochilero que llegó al hotel por casualidad. Siempre esconde un as en la manga.
- Corso es un hombre sensible y educado que está conociendo a Greta, otra de las huéspedes del hotel. A su vez, Greta está intentando superar ser heterosexual. ¿Se enamorará de nuevo de otro hombre?
- La Srta. Salinas es una huésped singular. Proviene de una familia adinerada, pero no le va eso de ir de yate en yate y de mansión en mansión. Lo que realmente desea es vivir de su música.
- Uxía Mc. Garner es la encargada de mantenimiento del hotel y le escribe cartas (a mano!!) a una tal Alexandra.
- Martina Elter y Zoe Ibisku son dos camareras recién llegadas al hotel. Se están instalando. Qué monas.
- Y el último en llegar, aunque en realidad siempre estuvo ahí... es el Fantasma de la Costa Atormentada. Huye si puedes de su sombra en el corredor.
Hace tres años, seis meses y algunos días, me desabroché un botón de la blusa sin que me vieras, luego volví a la mesa como si nada. Mi arma de seducción se basaba en aquella ecuación tan simple de las carretas. Tres años, seis meses y algunos días después, me dices que me vaya a vivir contigo. Yo digo que sí.
Yo digo que estos son los mejores veranos desde aquellos de los doce años. Porque algunas protagonistas de aquellos veranos ya tienen niños y todo empieza a cambiar. Ahora ya corretean otros por la playa. De niñas, nos llevábamos al perro, lo sosteníamos en los brazos y le dábamos pipas recién peladas por nosotras. Y le adornábamos el hocico con pulseras que también hacíamos nosotras. Y le cantábamos canciones hechas por nosotras.
Cuando hoy me he despedido de "I", hasta la semana que viene, y le he preguntado si ya dormía el niño y ha puesto cara de que no, de que éste no se duerme nunca, ella me ha lanzado un beso con la mano desde la ventana. Ha sido un gesto calcado al de aquellos veranos de los doce años. Con cachorros hambrientos de pipas, pero sin bebés que alimentar.
Nos falta la lavadora.
Yo nunca me he ido a vivir con nadie así, por amor. Nuestras llaves abrirán la misma puerta y esas cosas.
El piano lo traeré dentro de un año, será más práctico.
Por cierto, el Hotel Melancoisla ya está funcionando, pronto no quedarán habitaciones.
Esta noche he intentado grabar mi programa de radio pero ha sido un desastre. Eso sí, ha sucedido algo bonito, mientras lo intentaba ha pasado el camión de la basura y se ha grabado el ruido del motor y el tintineo de las botellas cayendo dentro del container. He pensado que justamente ése era el espíritu del programa, el momento del camión de la basura pasando cuando estás en el balcón sentada en una silla disfrutando de la noche, o en la cama intentando dormir.
Estos días también he desarrollado una idea que tuve el verano pasado, pero que por falta de tiempo y pereza no llevé a cabo. Se trata de un nuevo blog llamado Hotel Melancoisla. La idea es que sea un blog comunitario en el que pueda participar más gente, y crear una especie de narración online entre todas y todos los que quieran participar. De momento, sólo tenemos a dos personajes escritos por dos personas diferentes. Un personaje es Clara Monforte, la directora del hotel, y el otro, la Srta. Trueno, una huésped muy especial.
Os animo a participar, podéis visitar la Bolsa de Trabajo del hotel o sencillamente reservar una habitación y pasar una temporada.
Me ha despertado un señor que estaba subido al balcón de la habitación. Me he asustado mucho porque además yo iba en bragas, y en bragas te asustas más, de toda la vida. Me he asomado tapándome la parte de arriba con la cortina y me los he encontrado allí. Eran unos operarios que revisaban las farolas. Eran las 9 de la mañana.
Esta noche no porque he quedado para cenar con una amiga, pero por la tarde, o mañana, grabaré un programa de radio. Digo lo de la noche porque mi radio quiero que sea de noche. Lo que me da pereza es hacer el guión, así que improvisaré un poco. Ya veremos.
Estás en tu cama andaluza de sábanas blancas deslumbrantes escuchando los ladridos de lo perros andaluces, que son chiquitillos y corren sueltos.
Yo estoy en mi cama de la costa dorada, de sábanas con iniciales que no son las mías pero bordadas por una abuela andaluza. Esa es la conexión geográfica entre nuestras camas. Así que puedo darme la vuelta y chas, aparecer a tu lado.
La noche está tranquila, suena a lo lejos la música de algún hotel. Un imitador de Elvis, seguro.
Hoy he bajado a la playa y me he dejado llevar por la melancoisla. Sigue faltando un año para volver, apenas llevamos 3 días en la península y todo empieza a ser como antes: telediarios, llamadas al móvil, algún mail del trabajo... En la isla sólo había arena, mar, faros, chiringuitos y mojitos. Ya hemos gastado un mes de vacaciones, lo mejor es que aún nos queda otro entero. Agosto siempre es largo y amarillo, tu color preferido.
Podría subir a un avión el lunes que viene hasta Granada y plantarme en tu casa a eso de las ocho de la tarde. Qué tentación. Cuando llegue pronunciaré "Andalucía" como a ti te gusta, marcando mucho la "c".
He aprovechado la mañana para ir a ver a mi abuela. He pasado por donde vivía Elena, Sílvia, Laura, el hijo de la de gimnasia, etc. Los del cole. Precisamente, con el hijo de la de gimnasia jugábamos a bailar como Michael Jakson con un sombrero y unos guantes blancos de su madre. Era el típico niño que sólo jugaba con niñas. Era mi amigo. Me sorprendía que el hijo de la de gimnasia, que era una borde acabada, fuera tan sensible.
El portal de mi abuela sigue intacto y el ascensor también. Me quedé encerrada una vez. Durante aquellos 10 minutos terroríficos pude oler lo que estaban cocinando cada una de las vecinas del edificio. Qué fascinantes los patios de luces, con todas esas pinzas de colores olvidadas para siempre y calcetines huérfanos.
He abierto el cajón de las galletas y las madalenas. Parece ser que mi abuela ya no los guarda allí, hoy sólo he encontrado bolsas de supermercado vacías. No le he preguntado por qué ya no hay dulces.
Sentadas en las sillas del balcón, hemos visto pasar autobuses rojos y mucha gente en pantalón corto.
Estoy haciendo la maleta para las próximas dos semanas en Formentera. La verdad es que no me gusta nada hacer el equipaje, me da pereza, por eso he hecho un descansito.
No hace mucho pusimos al lado del papel con la lista de la compra, un papel con una lista de odios absurdos y no tan absurdos. Ahí va:
1.- Bruce Springteen. Aburrido, soso, siempre lo mismo.
2.- La gente que sigue la agenda cultural sin ton ni son. Hoy van a un concierto de jazz, mañana a uno de Pedro Guerra y al día siguiente al Sónar. Por favor, usemos el carnet del club TRESC con coherencia.
3.- El anuncio de Estrella Damm rodado en Formentera y ese rollo "qué guays somos todos en el chiringuito y cómo ligamos con las chatis". Baaarrrg. Y el agua de la isla? Y la arena? y la tranquilidad? No, ahí todos borrachos bebiendo en la playa cerveza calentorra. Pues qué asco, chato.
4.- La saga Millenium de Larsson y la mujer de la gasolinera que soñaba con cerillas y todo ese rollo patatero.
5.- Canción Viva la vida de Coldplay. Ya está bien, por favor.
6.- La gente que va a Andorra. No toda, sólo alguna. Ese rollo de me voy a Andorra lo encuentro pesadísimo.
7.- Jorge Drexler y las letras con mensaje.
8.- La gente que fuma en la playa.
9.- Los anuncios de gafas Momo. Qué horror.
Me faltan un odio para que sea una lista completa, pero ahora mismo no se me ocurre ninguno.
Me voy que ahora tengo que seleccionar los líquidos que me llevo.
Estoy de niñera de perros y mañana nos los llevamos de vacaciones. Me hace ilusión decirles que nos vamos, que mañana nos vamos! y mueven la cola y dan saltos. Cuando lleguemos, olisquearán el aire como locos de contentos, el aire lleno de cientos de bronceadores de cientos de guiris como locos de contentos también.
Hoy he ido a comprar gazpacho de emergencia, porque no me gusta ninguno de los que venden hechos, únicamente uno que hacen en una casa de comidas para llevar. Le he dicho a la dueña que me diera dos pero sólo le quedaba uno. Le he preguntado que a qué hora abría mañana, y me ha dicho que a las 8. Me ha preguntado si lo quería para desayunar (????), le he dicho que no pero que lo necesitaba urgente, y he quedado a las 10 con ella. Me ha dicho que se levantará pronto para preparármelo. Qué bonito, ¿no? No la puedo dejar colgada, qué presión.
Eran las 6.40 y empezaba a salir el sol en el aeropuerto. Dos chicos me han preguntado que cómo se iba a la ciudad. Les he dicho: "En bus". Uno de ellos me ha mirado el escote. Yo llevaba puesta una de esas blusas que según cómo te la abroches pasas de recatada a guarra en un sólo click. Lo cierto es que me cuesta bastante encontrarle el punto medio a dicha blusa. Ellos han contestado con otra pregunta: "¿Y en tren?". Y la verdad, lo de Renfe y el aeropuerto lo han cambiado tantas veces que ya no sé ni si llega el tren. "Mejor en bus" y les he señalado con el dedo uno que pasaba directo a plaza Catalunya. Me he ido.
Como era pronto, demasiado pronto para desayunar, demasiado pronto para volver a casa, demasiado pronto para llegar a ningún sitio, he aparcado el coche en la playa de la Nova Icària y he salido a dar una vuelta. Me he sentido algo extraña porque desentonaba, sólo pasaba gente corriendo en mallas y jubilados en bañador. Un tipo de público muy restringido. Eran las 7:2o de la mañana y un rayo de sol rozaba la arena sin posarse del todo. He decidido que ya que estaba allí me quitaba las sandalias, que ya que estaba probaba el agua. Estaba fresca y limpia. No había nadie más peligroso que yo.
Me he dirigido a un Mc Donalds en el que ponía "abierto las 24 horas", pero al entrar me han dicho que estaba cerrado. ¿Me he perdido algo?
Los chiringuitos también lo estaban. Las mesas atadas con cadenas. Las pizarras escritas anunciaban paella y fideuà del día anterior. Yo sólo quería un café.
He vuelto al coche y me he quedado un rato observando un trozo de playa, dos bancos de cemento, un árbol y el mar casi de cemento también. De vez en cuando pasaba algún corredor. La gente realmente se levanta para ir a correr. He abierto un libro. Lo he cerrado.
He encendido la radio y he odiado a todos esos locutores de flaixfm y suputamadre. Me caen gordos, qué se le va a hacer.
** Escuchando la canción he recordado los problemas que solía tener para entender las letras de Los Planetas. Por eso, durante años, en la parte de la canción que dice "si me acuerdo me duele todavía", yo cantaba "si me acuerdo me duele la barriga". Qué hartón de risa al descubrir la verdadera letra. **
He visto a un motorista dudar un segundo a unos 100 km/h. Un estornudo. El motorista ha estornudado y ha girado la cabeza a un lado.
También he pasado por debajo de un puente en la autopista. Lo cruzaban dos personas, pero no sé hacia donde iban. ¿Alguien ha cruzado alguna vez el puente que hay sobre la autopista? No sé adonde lleva, no sé qué tipo de soledad hay ahí arriba. Tal vez una no muy diferente a la de los coches que lo cruzamos por debajo. Una de mirar por la ventana sin pensar en nada, de matar a un mosquito en el ascensor o de enviar mensajes para quedar. Una soledad común, normal y corriente.
Esta canción de Joan me recuerda al camino de ida y vuelta de la playa hace un par de años escuchando el mp3. Se han hecho tantos videoclips imaginarios desde que existen auriculares.
Mañana se va mi prima de 11 años a Formentera con mis padres y está aquí. Está tan nerviosa que ni se fija en lo que escribo. Se acaba de mirar al espejo con la maleta al lado. Se mira y se troncha de risa. Son sus primera vacaciones casi sola.
He vuelto para escribir un poco. Voy con una de esas braguitas que tenemos las dos iguales, las de tira fina de Haloween, y con una camiseta de esas que regalan por comprar ochocientos dan-ups de melón. El atuendo veraniego de estar por casa me fascina. Me estoy bebiendo una cerveza, una A.K Damm, la que nos ponen en nuestra pizzería preferida, la de las paredes blancas y persianas verdes, la de los mejores tagliatelli del mundo. Los tagliatelli divinos. No tengo sueño, pero es un insomnio feliz, de contenta que estoy por todo.
Acabo de escribirme un par de mensajes con Eva. Se me olvidó contarte que el estallido de amor por Eva durante mi verano de los doce casi trece años fue montada en la zodiac que bajaba mi padre a la playa por entonces. En esa barca se metía hasta el perro. Eva vino aquel verano más alta, más rubia y más todo, con sus 15 años cumplidos en invierno. Me noté por primera vez el corazón en el estómago aquella mañana en la barca, cuando la observaba con el pelo mojado y el salvavidas naranja. A la lancha se le levantaba el morro y daba saltos sobre las olas, parecía que de un momento a otro, entre la velocidad y mi emoción por Eva, íbamos a salir volando hasta a la luna por lo menos. No hubo agosto con más besos imaginados que aquel.
Me gustan mucho nuestras conversaciones en la piscina, todo lo que me cuentas mientras nos pensamos bien lo de mojarnos el pelo o no. A veces no sé si son cosas ciertas o inventadas, pero da igual, todo lo que me explicas me suena a cuento bonito. Como por ejemplo eso de que ganaste una medalla jugando a basket y que tú nunca entrenabas con chándal porque te parecía cutre, que entrenabas en vaqueros rotos. Presiento que siempre tendrás algo que me sorprenda.
Mañana nos vamos, espérame a la 1 en el parking, te paso a recoger, comemos cuando lleguemos y por la tarde podemos ir a la playa. Mi madre me ha estado dando instrucciones toda la tarde, que si en la nevera hay leche, que si ha dejado mantequilla, que si las chanclas están en tal sitio... como si nos fuéramos a 10.000 años luz. Me encanta ese rollo de las madres.
Ya llega el buen tiempo/ mañana empiezo mis vacaciones/ aserrín aserrán/ dos meses serán.
- Tiramos el tatami y compramos una cama de la que hay que dar un salto para bajarse.
- Están haciendo obras en la calle y el campamento base de los obreros está justo delante de casa. El tatami pasó de estar apoyado en los contenedores a aparecer dentro del campamento base de las obras. "¡Uala, pero si es nuestro tatami!"
- Los obreros se han quedado con el tatami y nosotras lo vemos todas las mañanas al lado de la excavadora.
A veces, cuando llego a casa, me equivoco de mando a distancia y le doy al botón del mando del parking del trabajo. Imagino la puerta del garaje abriéndose allí, solitaria, sin ningún coche delante. Pero es imposible, claro, que se abra. Demasiada distancia. Es como pensar en alguien que sabes que no piensa en ti. Es una equivocación, es un error. Y no hablo de pensamientos románticos, ni mucho menos. No nos confundamos, que siempre se tiende a lo fácil, joder. Es una pérdida de tiempo equivocarse de mando a distancia. Las moscas se acumulan en la sombra, los niños tiran petardos para espantarlas.
Lo curioso de trabajar tan cerca de la playa es que cuando sales al mediodía cansada, la gente va en bañador y con la toalla al hombro por la calle, como si nada. Pero bueno, no me quejo, a mí me falta bien poco para llevar también esa vida playera.
Algunas cosas que me gustan de este tiempo veraniego:
- La hora de tirar la basura.
- Cenar en el balcón. Ver la tele desde el balcón.
- Bañarme en la piscina.
- Ponerme espuma en el pelo.
Ahora voy a explicar por qué me gustan esas cuatro cosas.
- La hora de tirar la basura, tanto en casa de mis padres como en la tuya. La calle está silenciosa y sólo se oyen mis chanclas en la acera. Es una hora que flota, no hay nada más que hacer. Tirar la basura, eso es todo. Para alguien que duda casi tanto como yo es importante tener muy definidas las tareas.
- Cenar en el balcón y luego girar la silla y ver la tele. Se iluminan las caras, los mosquitos revolotean y recuerdo lo bueno que fue aquel concierto de Pietra.
- Bañarme en la piscina. Hemos descubierto la hora a la que no hay ningún vecino y podemos bañarnos solas. En una piscina comunitaria la soledad es un tesoro. Es la hora de la comida. Nadas y cuando sacas la cabeza del agua oyes los cubiertos de los vecinos en los platos. Platos blancos, imagino. Y alrededor está la ciudad, con los coches y los frenazos, los cines, los frankfurts, las tiendas de ropa con el aire a 19 grados, el videoclub que no cierra nunca... Luego nos hacemos unos tagliatelli en 10 minutos y listas.
- Ponerme espuma en el pelo y no usar secador. Lo peor de llevar el pelo largo es el secador, pero en verano no hace falta porque se seca solo.
Y básicamente estas son las 4 cosas que quiero celebrar hoy.
Soy la chica de la maleta desde que vivo entre dos casas. Hoy he estrenado una bolsa que me regalaron comprando una colonia. He decidido dejar atrás el perfume que usaba antes porque era demasiado caro y prefiero gastarme el dinero en Formentera. El lema es: Oler bien y cenar fuera.
Mi madre está contenta teniéndome en casa, lo noto. Me ha hecho crema de puerros templada, lenguado con salsa de limón sin espinas, batido de yogur y... mi pasta preferida. Hoy le he dicho que me iba a tu casa a pasar una noche. Me ha dado crema de puerros para que cenemos las dos. Creo que una vez escuché en la radio que al tercer día las anginas ya no se contagian.
Esta mañana hemos desayunado juntas en el jardín. Hacía mucho tiempo que no desayunaba con mi madre tranquilamente. El níspero está a rebosar y hemos hecho una lista de posibles candidatos/as a enchufarles unos cuantos. Es una pena que se queden ahí. Es una suerte para los pájaros.
El sol se colaba entre las ramas y a mí la imagen me parecía muy Sofía Coppola, como si mis vecinas fueran unas suicidas. Ha pasado un coche y llevaba la música a todo volumen. Eran las 9'30 de la mañana. Mi madre ha dicho: "Ahí va uno que no se ha acostado".
He tenido que ir al médico por un fuerte dolor de garganta. Me duele tanto al tragar que me dan ganas de vomitar, ¿eso puede pasar? En el CAP he tenido que esperar un poco porque no tenía hora. Me he puesto a leer.
He tenido que dejarlo porque me distraía todo el rato.
Carol siempre dice que escucho las conversaciones de los demás con mucho descaro y que eso no está bien. Yo no noto mi descaro, así que lo sigo haciendo. Soy experta en ponerme siempre en el mejor sitio para "captar". Eso a Carol le jode mucho porque yo siempre puedo "captar" en los restaurantes y ella no. Pero luego comparto las historias que capto.
Hoy, por ejemplo, he apartado los ojos del libro rápidamente porque se iniciaba una conversación espontánea, de esas de sala de espera, entre una paciente de unos 70 años y otra de unos 36. Por algún motivo que desconozco, la mujer joven le ha contado a la mayor que estaba allí porque le parecía que tenía un tapón de cera en el oído y que oía una especie de pitido constante. Entonces, la mujer mayor le ha contestado: "Yo oigo como salen las cucarachas todas las noches". La mujer joven ponía cara de normalidad pero seguro que estaba acojonada.
Lamentablemente he desconectado de la conversación porque ha salido la doctora. Aún no era mi turno. Enfrente de mí se ha sentado un chico de 41 años, lo sé porque lo ha dicho. Cuando la doctora se ha metido en la consulta, el chico de 41 años, que además era escalador, ha exclamado en voz alta: "Siempre me cambian a la doctora, ¿no les pasa?". Ha sido una pregunta general pero sólo le ha contestado una pareja de unos 60 años. Entonces, el chico ha empezado a explicar su historia.
En el año 92 había sufrido un accidente en una montaña de Marruecos. Lo daban por muerto pero finalmente lo encontraron. Cuando lo rescataron se dieron cuenta de que aún estaba vivo. Se rompió todos los huesos del cuerpo y tuvo alguna que otra lesión cerebral. Despertó con un coeficiente intelectual de un niño de 7 años. Así que a los 24 años volvió a estudiar para sacarse el graduado escolar y el bachillerato, y por supuesto, aprendió a hablar. Vaya que si aprendió... el amigo Almasi rajaba que no veas.
Lo peor es el motivo por el que cayó de la montaña. Fue por culpa de un porro. Por lo visto, al compañero que le iba dando más cuerda al descender se le resbaló el canuto -él ha dicho canuto- de los labios y se quemó la mano, entonces soltó la cuerda de golpe y cataplum, compañero a tomar por culo. El chico ha explicado que la revista Playboy estaba prohíbida en Marruecos pero el hachis no. Me he imaginado al compañero haciéndose una paja con el playboy ysoltando la cuerda igualmente.
Cuando se ha ido el montañero, la pareja de 60 años y yo de 30 nos hemos mirado pero no nos hemos dicho nada. ¿El montañero nos estaba vacilando o qué? A mí me han dado ganas de contarle que precisamente ayer a mí todo me parecía una montaña.
Luego ha entrado una mujer morena muy atractiva. Tenía estilo. El estilo es difícil de mantener y de hacer. Hacerte con un estilo. Me he preguntado qué edad tendría. Hay una franja de edad en las mujeres que no sé calcular. Es la franja que va de los 40 a los 55, creo.
Últimamente me fijo mucho en mujeres mayores que yo, a mí siempre me ha dado morbo la diferencia de edad. Pero las mujeres que me atraen repentinamente por la calle siempre están en esa franja que no sé calcular. Hoy se ha desvelado el misterio. Estando allí, a la morena la han llamado por teléfono y después de un rato de conversación que no he podido entender porque eran frases sin pistas, ella ha dicho "tengo 46 años".
La doctora tendría unos 30, como yo, era muy simpática. Yo creo que perdía un poco de aceite y que le he gustado, pero bueno, esto ya son vaciladas mías. Me ha mirado las anginas y ha dicho "uh, tienes una blanca y la otra con piquitos, esto está bastante mal." Me ha recetado antibiótico e ibuprofeno. Me encanta el ibuprofeno, sobre todo en sobres. Soy fan. Al salir le he dicho "Muchas gracias, doctora" y creo que le ha gustado. Le iba a dar la mano pero antes de sacar la pistola he pensado que era demasiado formal.
Lo peor de todo es no estar contigo, de 35. Ojalá me ponga buena para mañana por la tarde o el domingo.
Llevo unos días en los que todo se hace una montaña. Lo malo es que la naturaleza se me da fatal, no he ido nunca de cámping. He salido a la terraza y he recordado lo mucho que me gustaban los tejados antes. ¿Antes de qué? pues ni idea, parece que haga cientos de años. Sí, sí, antes. Toc toc toc. ¿Dónde estás?
Reconozco que busco vídeos de Fama en youtube, que la palabra "coreo" ya forma parte de mi vocabulario, y que incluso puse a Vicky de fondo de pantalla el año pasado. Si volviera a ser adolescente me apuntaría a clases de funky o algo así, como cualquiera. Pero seguramente me quedaría leyendo el guardián entre el centeno por las noches. Eso sí, movería los pies dentro de mis nike para no olvidar ningún paso aprendido.
Ahora que lo he admitido, voy a seguir con lo mío.
En medio de una descomunal caravana he mirado hacia arriba. He visto a una mujer sacudiendo una colcha al sol. Qué suerte, he pensado. Qué suerte por no tener que llegar a ningún sitio.
Hoy hablaban en clase todos a la vez. Tienen 8 años y hablan de las cosas que pueden haberles sucedido en 8 años, supongo. Y a todos se les ocurren al mismo tiempo. De las cosas que les suceden cada día en el patio, que si los tazos, que si me has hecho falta, que si tu flauta suena mal. Las niñas hablan muchísimo más. Pero, ¿de qué?
¿señorita, puedo vigilar? Siempre quieren vigilar. Son vigilantes natos. Cuando empiezo a echarles bronca se acusan unos a otros. Les cuento que a eso se le llamaba ser acusica cuando yo iba al cole. Entonces se callan, porque lo que les gusta son las historias y no la clase en sí. Me he dado cuenta. Los castigados sin patio reciben la visita de los niños libres que si pueden jugar. Se acercan y les hablan, a los castigados. Y se van.
El sábado vi preciosa Barcelona, con mucha luz, y aunque las señales no me dejaban girar, no me importó seguir por la Diagonal.
Durante el desayuno del domingo te conté las mini road movies que vivía con mi madre en tiempo de vacaciones, cuando me llevaba a trabajar con ella. Y me emocioné con las madalenas. Las madalenas siempre han sido muy de llorar. Yo la observaba mientras se arreglaba el pelo con esos secadores que están amarrados en la pared de los hoteles.
Desde hace menos de 24 meses hay una cantante italiana a la que sólo me gusta escuchar en verano. Pietra Montecorvino. Aquel concierto en el patio de una casa...
Desde que puedo descapotar el coche, llueve cada día. Me imagino conduciendo y tú sujetándome un paraguas azul.
Volviendo del trabajo se ha detenido un autobús a mi lado. Me he fijado en los pasajeros y he visto una manecilla de niña de 4 años agitándose. Una alumna me lanzaba besos minúsculos, casi no le cabían en la mano. La niña ha seguido saludándome durante tres semáforos seguidos. Ella se iba a su casita y yo a mi casa, para las dos acababa la jornada. Me ha parecido muy bonito, algo así como un ángel. ¿Recordará mañana la canción que le he enseñado hoy?
Sailor y Danny no son lo que parecen. Es una pista.
Me pasaría el día contigo. ¿Por qué nos hacen trabajar? Qué cabrones. Pues sí, tal vez dependo demasiado de ti, ¿ y qué? que cada cual apechugue con su amor.
Cada día de verano, mamá llevaba a Sailor a la playa. Cada día de verano.
Los toldos eran de rayas azules y blancas como los de Muerte en Venecia, pero aún nadie lo sabía. De hecho, tampoco yo recuerdo si eran así en la película, pero estaría bien.
Sailor se plantaba en la orilla y las olas mordían sus tobillos. Un día, un mordisco demasiado grande se llevó sus pies, luego todo lo demás. El agua salada y la espuma blanca llenaron sus ojos. Cuando volvió a sentirse a salvo en la orilla, Sailor le juró miedo eterno al mar. Pasó muchos años de su vida siendo cobarde un minuto antes de ser valiente.
Prometió que únicamente le daría una oportunidad cuando todo a su alrededor estuviera perdido: su mamá, su papá, su amor, su honradez, su cordura... su su. Susurra.
Por eso, años después está en aquel barco. Así no piensa, tiene demasiado miedo.
He dejado el coche viejo en el concesionario, y aunque en un principio no era mi coche sino el de mi madre, durante estos dos últimos años ha sido mío. Para ser sincera, me hubiese dado más pena dejar mi primer coche, que se ha salvado por los pelos. Pero bueno, a finales de semana tendré el nuevo y se me pasará la tristeza por, a fin de cuentas, una máquina. Supongo que desde que fingí enamorarme de la robot Silvia, todo lo que lleva maquinaria me toca el corazón.
Estos días de fiesta, apenas sacudíamos las sillas de la playa porque se iba a ir al desguace, y total, por un poco de arena en el maletero... Qué rastrera. El coche viejo hoy ha adelantado a los últimos camiones de la A-7, hoy ha vuelto por última vez del apartamento, hoy ha pasado por última vez por el peaje. Lo he vaciado. Fuera mapas, fuera triángulos, fuera chalecos reflectantes, fuera mando del párking, fuera cintas de cassette. Porque era de los de cassette aún. En los compartimientos para guardar las cintas, he descubierto que llevaba una de Beth Orton, una que me grabó una compañera de universidad hace 10 años.
Carol y yo, a este coche le llamábamos "la chica", porque era muy de chica, y al otro, al que aún conservo, le llamamos "el chiquitillo", porque es como un niño. Al nuevo no sé cómo le vamos a llamar, no sé si es chico o chica. Lo sabré cuando lo conduzca y lo lleve unos días.
Carol me ha hecho una foto con "la chica", justo antes de dejarlo en el concesionario. Casualmente, hoy hemos descubierto que los del Google Maps la inmortalizaron aparcada delante de casa.
Me duelen las botas, eso quiere decir que empieza a hacer calor. Eso también significa "Justine". El buen tiempo me recuerda a ella, sobre todo al principio, cuando aún sorprenden las tardes largas. Revivo todos los paseos por el jardín, aquellos días en los que el sol aterrizaba en su cuello blanco. Podría haber cerrado el puño, retener una pizca de aquel buen tiempo con ella. Ahora abriría la mano y...
Qué pena, esta es una historia del siglo XIX, con trajes de marinero y de soldado ruso, con barcos, puertos y caballos, en la que la Coca-Cola no es del todo imposible, pero es complicada. Seguramente, por eso no recuerdo ninguna Coca-Cola con ella.